sabel Díaz Ayuso, esa mujer que parece feliz cerca del grado cero de lucidez, ha convertido el caos en el centro del universo y pide que le paguen por ello. Así que el otro día echó mano de la madurez de su cinismo y solicitó la declaración de zona catastrófica de Madrid. Ya puestos, Ayuso se vino arriba y se juntó con la sección municipal de trileros, chamarileros, tahúres, ventajistas y embaucadores. Hizo cuentas y tiro por alto: 1.400 millones de euros por una nevada de tres días. Con dos. Por si caía algo de Europa o donde fuera. Lo de menos era la Ciudad Estado de Madrid convertida desde hace años en el laboratorio del neoliberalismo más salvaje y segregador y donde sobreviven casi 500.000 personas en situación de pobreza severa. Solo en la Cañada Real malviven 7.000 personas sin luz con 2.000 menores a cargo. Donde la sanidad se ha privatizado en nombre de la fiesta especulativa y la depauperización de los servicios públicos engorda cuentas privadas. O donde el gasto público se ha subordinado a las subcontrataciones a grandes agentes. Hoy seis grandes constructoras privadas gestionan los residuos urbanos, las depuradoras, el cuidado de ancianos, los hospitales o las autopistas de peaje. Es para ese Madrid sin alma, donde los grandes capitales se han comido el espacio de las personas, para quien Ayuso reclama 1.400 millones. Para los suyos. Puestos a trampear pues venga: 900 millones de euros por ventas perdidas más las cañas dejadas de servir en los bares de Madrid durante la nevada. Eso hacen 300 millones diarios. O lo que es lo mismo, 121.000 anuales, el 10% del PIB español. Por comparar: el tsunami de Indonesia costó 590 millones de euros, el terremoto de Lorca 400 millones, la borrasca Gloria produjo 12.223 siniestros y generó daños por 97 millones de euros. Así que Europa, págate las cañas.