as cosas ocurrieron así: en junio de 1976 un grupo de veinteañeros recién salidos del franquismo sin enterrar fletaron dos Land Rover, y desde Pamplona se plantaron en Afganistán. Iban sobrados de juventud y escasos de libertad. Y la buscaron lejos, en la cima del Shakhaur, una belleza helada de 7.116 metros. Fue un viaje a la vieja usanza, lejos del reloj y la velocidad. Porque como dice Juanjo Garbizu en su manifiesto, Slow mountain, nada bueno se ha conseguido jamás deprisa. El caso es que llegaron, vieron y vencieron. Y así llegó “el primer siete mil vasco”. Además, Trini Cornellana se convirtió en la primera mujer en pisar esa cima. Pero aquello no salió gratis. Éxito y tragedia se dieron la mano. En el descenso Leandro Arbeloa moriría y Gerardo Plaza resultó gravemente herido. Pero una banda de polacos sin más rumbo que la inmensidad andaba por allí. Gente educada en un comunismo férreo para quienes la vida cabía entera en una mochila. Cuando los navarros les pidieron auxilio no lo dudaron: “Nuestra montaña puede esperar, vuestro amigo, no”. Renunciando a su aventura, los polacos se volcaron en el rescate de Gerardo Plaza. Y es que como dijo Hilton Young, mentor de Mallory, “la vida era un valioso tesoro, pero también un don que podía ser revertido en beneficio de otros”

Esa expedición y estos hechos han esperado 45 años para salir del armario. Para ser contada como un relato colectivo donde la solidaridad sobrevuela por encima del thatcherismo actual de nuestro alpinismo. Porque nunca es tarde para nada. Ni siquiera para saldar cuentas con el pasado.

Así lo ha contado Luis Arrieta en Mendiak 76,Mendiak 76 donde los protagonistas que sobrevivieron -Trini Cornellana, Gregorio Ariz, Javier Garreta, Iñaki Aldaia, Xabier Garaioa y Abel Alvira- reviven los hechos junto a los polacos, quienes, se dice, inspiraron a Lech Walesa para fundar el sindicato Solidaridad.