Venecia ha rebosado de alegría durante su festival y Alegría, Oskar, imagino que estará igual tras escuchar las ovaciones a su película Zumiriki y las palabras de los críticos que la califican como la segunda mejor obra de la Mostra de este año. De esta manera Zumiriki vuelve a la vida. Así le llamaban a la isla del Arga, cerca de Artazu, donde Oskar solía pasar los veranos de pequeño. A este lugar el nombre le viene de zumera o zumerika, que es como se le llama al mimbre en euskera y que se usa, o hemos usado hasta ahora por lo menos, en buena parte de Navarra. Al nombre le pasa como a la propia isla, que ya no se ve ni se conoce. Ambos se ahogaron debajo de las aguas del río como consecuencia de la construcción de una presa. Ahora Alegría ha vuelto a esa orilla para hablarnos del ocaso de una forma de vida, de unos lugares y de unas palabras que el cineasta intenta rescatar como de un naufragio, como hizo en su primera e impresionante película Emak bakia baita. Zumiriki está debajo del agua, al igual que los siete pueblos y las tierras que inundó el pantano de Itoiz. Hoy, precisamente, se proyecta en la Filmoteca el documental 592 metroz goiti (Por encima de los 592 metros) de la también genial cineasta navarra Maddi Barber. La cota 592 es la que trazó una línea divisoria. Por debajo, el agua; por encima, la vida continúa. Dentro de unos días en el Festival de Cine de Donostia se presentará la nueva obra de Maddi, Urpean lurra, (Debajo del agua, tierra) en la que los protagonistas son esos árboles que salen a la luz cuando baja el nivel del agua. Árboles supervivientes de los que también habla Oskar: "Los árboles marcan que ahí yace la isla y que todavía es posible amarrarse al recuerdo".