El carnaval es, de por sí, una fiesta trangresora. Esta definición es válida en todo el mundo excepto en Pamplona, donde los niños y niñas tienen que ir por la acera en fila, sin molestar al tráfico y sin dar trabajo a la Policía Municipal.

Esto es lo que viene a decir el concejal Labairu desenpolvando ahora una resolución de 2005, firmada por Yolanda Barcina. (Barcina, ¡qué recuerdos!). ¿Qué mal hacen las kalejiras de carnaval de los colegios? A los vecinos y familiares de todos esos pequeñajos disfrazados, ninguno, desde luego. ¿El problema es que se corte al tráfico durante unos minutos en algún tramo de calle en las cercanías de un centro escolar? No estamos hablando de Pío XII ni de la Avenida del Ejército.

El Ayuntamiento no quiere poner policías municipales, pero tampoco quiere aceptar que personas voluntarias organicen estas salidas, presuponiendo que va a haber altercados con conductores violentos. Actúa como el perro del hortelano. Les dice a los colegios que vayan por aceras o zonas peatonales, como si esto fuera posible en todas partes.

Igual tendrían que darse un paseito por barrios como la Txantrea, por ejemplo, para ver cómo en la acera de María Auxiliadora casi no cabemos ni dos personas en paralelo y tenemos que ir sorteando farolas y bordillos. ¿Cómo hacemos las cuatrocientos y pico criaturas en Bernart Etxepare y sus correspondientes familiares para desfilar por la calle sin pisar la calzada? ¿Levitando? Y si todo esto ya es grave de por sí, la cosa comienza a oler fatal cuando parece que en algunos colegios bien sí que han conseguido el preciado permiso, incluso fuera de plazo, y con presencia asegurada de Policía Municipal, como han comentado varios concejales de la oposición...