Pregunta: ¿Insultar da votos? Respuesta: En España, sí. En otros países, no. Cada país tiene su estilo. En una entrevista de hace unos días, el hispanista inglés Paul Preston ha dicho: “Es fácil hacer enemigos en España”. Nos define como una sociedad maniquea. Dice que nuestra mentalidad se rige por el lema: “Los que no están con nosotros están contra nosotros”. Hace unos meses, el hispanista irlandés Ian Gibson decía (lamentándolo) que este es un país “incapaz de estar en paz consigo mismo”. En 2015, John Elliott, el decano de los hispanistas vivos, decía: “La gente en España es demasiado consciente de los fallos, falta confianza”. Cada país tiene su aquel. Y España es guerracivilista, admitámoslo. En España, si no eres guerracivilista, no eres muy español y punto. He buscado en la estantería un viejo libro de artículos de Umbral (La guapa gente de derechas, 1975), y he encontrado una columna titulada La vuelta del Opus, en la que dice: “Que vuelven los falangistas. Que vuelve Fraga. Que vuelven los tecnócratas. Que vuelve el Opus”. En fin, lo de Fraga ya no tiene retorno, supongo (es decir, espero). Pero todo lo demás está otra vez en boga. Está visto que todo vuelve. Es lo que tienen los países con Historia: el poso, el culo del perol, la mugre pegada. Pongas lo que pongas siempre huele igual. El sabor de fondo, el retrogusto, el aire de familia. El hedor patrio. ¿Alguien cree que algún gobierno español se va a meter en la aventura de reformar la constitución para que Cataluña vote su referéndum? No, eso no lo cree nadie, me temo. La única solución al problema de España sería partirla en veinte trozos. Y quizá aún fueran pocos. España es su problema. Como Inglaterra es el suyo. Cada país se identifica con su propio problema insoluble. Josep Pla decía que este es un país “de cogorzas, impertinentes y endiosados”. No está claro si se refería a España o a Cataluña. Probablemente no tratara de diferenciarlas.