levo algún tiempo fijándome en el animoso trotecillo de Biden, ¿lo han visto? Quiere parecer joven, ¿no es enternecedor? Cada vez que sale se pone muy tieso y sonríe: una dentadura, perfecta. Y luego ese trotecillo de cervatillo encantador. Intenta trasmitir la imagen de que está en forma: de que aún se siente con fuerzas para sujetar el timón. A mí me conmueve, lo digo en serio. Son los nuevos tiempos. No sé la edad que tiene ni me importa: es un ejemplo para todos los viejos del mundo y creo que deberíamos imitarle. Ya lo hacemos, me temo. Verás, jovenzuelo, puede que no te guste lo que voy a decir, pero cuidado con los viejos. Los viejos no quieren morirse. Ninguno piensa en eso. Los viejos queremos vivir. Ya lo decía Eurípides, creo: Nadie ama la vida como el hombre viejo. Y es cierto. Nos aferramos. Con los dientes, si hace falta. Aunque sean postizos. Cada vez vivimos más. La gente se entrena y se cuida. Muchos, tenemos bicicleta estática. Y mancuernas, para hacer músculo mientras vemos las últimas series. El otro día me crucé en el paseo del Arga con un grupo de diez o doce alegres sexagenarias en patines. Iban entusiasmadas. Se me saltaron las lágrimas de emoción. Yo no sé qué demonios va a ser de los jóvenes. Se van a tener que ir a otro sitio. Aquí, los que tienen el trabajo, la pasta y los pisos son los viejos. Y, si os interesa lo que pienso de la jubilación, lo diré claramente: la jubilación no merece la pena. Es un mito. La jubilación envejece: unos se aburren, otros se deprimen. Si notas que tu empresa quiere convencerte de que te jubiles, no cedas: lucha. Mantente activo todo lo que puedas. Fíjate en Biden, ya ha anunciado que se presentará a la reelección en 2024. Ese es el talante. El otro día, por poco se parte los dientes en la escalerilla de un avión. Estaba subiendo con su habitual trotecillo juvenil y dio un traspiés. Por suerte, no fue nada. Ya digo: los viejos estamos de moda. Ojo con eso.