o debería contar esto, pero lo voy a contar: tengo un amigo imaginario. Se llama Lutxo. Algunos niños tienen amigos imaginarios con los que hablan y pasan el rato. Es un fenómeno psicológico de la infancia. Vale, a mí me ha ocurrido ahora. A los sesenta. Soy el primer viejo al que le ocurre. Lo malo de Lutxo es que es muy de la UPN. Lo bueno es que no es real. O sea, que al menos no podrá votar, espero. Es decir, supongo. Aunque lleva una foto de Adanero vestido de sanfermín como fondo de pantalla y me la enseña a todas horas. Para fastidiar, creo. Yo me voy a poner una de Alberto Casero para fastidiarle a él. De todas formas, no es un mal tipo. Y piensa mucho, Lutxo. Me ha dicho que Sayas y Adanero son, en realidad, dos mártires. Me ha dejado pensando. ¿Dos mártires? ¿No eran dos traidores? Es lo mismo, dice. ¿Y cómo lo dice? Con convicción. Lo importante es decirlo con convicción. Sayas y Adanero deberían pasar a la historia como dos héroes idealistas geniales, dice. Si lo dices con convicción y vehemencia sientes que puedes decir lo que quieras. La mayor idiotez dicha con convicción y vehemencia deja de ser una idiotez: eso piensa. Es el nuevo estilo. De todas formas, lo que se tuvieron que reír, ¿no? El guerrero del antifaz y el capitán Trueno, digo. Los dos paladines. Lo bien que se lo tuvieron que pasar imaginándoselo todo, horas antes. Toda esa excitación de la víspera. Tenemos que hacerlo, jeje. Será un bombazo, tío, jejeje. La cara que va a poner Sánchez, jejejeje. Y luego, imaginando también los agradecimientos. O sea, ese otro rollo más íntimo: las felicitaciones y las palmaditas en la espalda de algunas personalidades. Y al final, el fiasco. La irrisión. Menudo jarro de agua helada en sus dos heroicas cocorotas. Ahora sí que me imagino yo la cara que tuvieron que poner ellos, le digo a Lutxo. Pero ya no está. ¿Lutxo? Qué cabrón. En cuanto ve que me lo paso bien, se enfurruña y desaparece.