¡Soy tu final, Satanás! ¡Tienes las horas contadas! ¡Idiota! Que no me puedes tocar? ¡Tontito! ¡Mariquita! ¡Basura, escoria! Eres un cobarde de mierda”. Esto es lo que escuchó hace unos días de boca de un desconocido y a un metro de su cara Andoni Rojo, a plena luz diurna, al salir de lo que en estas jornadas preelectorales es su oficina, junto a una céntrica y transitada arteria bilbaína. Como poco, es para inquietarse. Después de amenazarle, el desconocido le arrojó ya un discurso algo más elaborado, menos era inviable, en el que retador, empoderado y sintiéndose respaldado, le comunicaba que está harto de “retirar esos carteles en los que solicitáis la amnistía para esos criminales. Son delitos que no se están persiguiendo, pero se van a perseguir. La Inquisición llega”. Andoni Rojo, quien vivió, grabó con su móvil y denunció hace unos días esta situación, es el tercer candidato por Bizkaia en la lista de EH Bildu al Congreso. Parte de los presos que aparecen en los carteles en cuestión en su día amenazaron, apoyaron las amenazas o las cumplieron bajo la forma de secuestros y asesinatos. En este caso, parece que la Ertzaintza acudió al lugar de los hechos e identificó al autor. En otros no fue posible porque las amenazas procedieron de personas con la cara cubierta, de pintadas en muros, llamadas telefónicas y cartas anónimas. Que cualquier sujeto a título individual o en nombre de un colectivo se crea con derecho a hacerte temer por tu seguridad o por tu vida y se atreva a hacerlo, además de delito, es terrible. Entre otras cosas porque transmite que su seguridad se alimenta del apoyo de unos cuantos. Pura vuelta al pasado. Y si el domingo los partidos que cobijan y alientan actitudes como la de este tipo suman más escaños, hacia ahí vamos. Una regresión a lo peor.