Entra en Spotify. Busca Moondog Pastoral. Escúchala mientras lees

Si pasaste por la esquina entre la Calle 54 y la Sexta Avenida de Nueva York hace sesenta años, es muy probable que te lo encontraras. Si estabas en otro lugar o aún en ninguno, te lo contaré. Iba vestido de vikingo, comía chocolatinas y bebía zumo de uva de un cuerno que había convertido en jarra. Un petardo le había dejado ciego a los 16 años y se hacía llamar Moondog por un perro de tres patas al que conoció en su pueblo de Kansas que se pasaba la vida aullando a la luna. ¿Sabes qué hacía en aquella esquina? Permanecía en silencio. A veces vendía sus composiciones musicales. Las escribía sobre todo para viento y percusión e incluían instrumentos inventados por él. Pero lo que las hacía más especiales es que recogían el alma de los sonidos de la ciudad, los pasos de los transeúntes, la vibración del metro, la puerta de un café abriéndose y cerrándose, las sirenas. “Siempre me quejo del ruido, las prisas y los empujones, pero cuando me marcho lo echo de menos terriblemente y tengo que volver”. Durmió donde pudo, en estudios de grabación, en el remolque de un camión, y cuando el reconocido compositor Philip Glass se enteró de que había cruzado la línea y vivía en la calle le ofreció su casa. Moondog se quedó allí durante un año. Todo ese tiempo Philip Glass recogió cajas vacías de donuts y huesos de pollo dispersos por la habitación porque su música realmente le gustaba. Aseguró que le había influido mucho en sus composiciones minimalistas. El Vikingo de la Sexta Avenida también se alimentó de jazz, de música nativa americana y de sus propios experimentos. Moondog nació hace un siglo y vivió mucho. Y mucho tiempo. Dejó pasajes íntimos, orquestales, luminosos y oscuros. Ahora piensa? ¿Con qué sonidos compondría la banda sonora de tu vida?