mí las matemáticas me gustaban. Se me daban bien y tuve suerte con dos profesores en EGB y en el instituto. Con la primera coincidía en nombre y en anillo. El mío me lo regaló mi madre y establecía una complicidad secreta entre la mano que planteaba operaciones en la pizarra y la que las resolvía en el cuaderno cuadriculado. El otro llevaba un pelo y una barba rizados que si les dejaba se asilvestraban y gafas de montura metálica fina sobre mirada de águila y bata blanca, aunque esto último probablemente sea falso, un recuerdo inventado para completar una imagen prototípica. Aparte de una inteligencia lógica, racional y espacial ambos manejaban esa otra que hace mejores a los buenos profesores, retaban a quien lo necesitaba y extraían de cada cual lo mejor. Sabían acompañar y sacar brillo. Quizá también este sea un recuerdo inventado. Para cerrar el círculo de la idealización. Los años pasaron, crecimos y nos pusimos a rellenar impresos. Matrículas universitarias, solicitudes de becas, préstamos hipotecarios, declaraciones de la Renta. Ya está aquí. La he recibido hecha. Un regalo. A devolver. Otro. Con un error en rojo que descubro al consultarla on line y no entiendo. Sin atención presencial en Hacienda para resolver dudas. Corrijo en la web el supuesto error eligiendo entre dos conceptos que no sé descifrar. La corrección me resta 487 euros de la devolución. No permite deshacer la acción. Maravilla. Llamo al número de atención telefónica. A primera hora. 23 veces. En 2 días. 4 horas alternando rellamada, espera e instrucciones pregrabadas. Escucho por fin a un ser humano. Se corta la llamada. Tiro el café. Me pongo una tila. 3 horas 57 minutos. Otra voz me saluda. ¿Será real? Le pido de rodillas virtuales que no cuelgue. La técnica de Hacienda me habla con el tono que se emplea para tratar a personas en estado de shock tras un accidente. Me deja en espera. 9 minutos. Me entra un tic en el ojo izquierdo. Y 3 llamadas de un mismo número. ¿Será ella? Cuelgo para atenderlas. Es Ella. Viene a rescatarme. Resolvemos el error. No recupero lo que había perdido. Da igual. Sólo quiero enviar ya la declaración. Es un ser humano maravilloso. La invitaría a comer junto al mar. Y me reafirmo en mi teoría conspiranoica. La administración se burocratiza cada vez más para generarnos la necesidad de especialistas en descodificación de una superestructura que nos resulta kafkiana. Un laberinto. Aunque nos gustaran las matemáticas.