uería irme a la cama con él”. Él no es el Matt Dillon de Drugstore Cowboy ni el Jeremy Irons de La misión, ni el Benicio del Toro de Traffic, tampocoel Mark Ruffalo de Mi vida sin mí o el Harvey Keitel de Reservoir dogs, por centrarnos en el imaginario cinematográfico, por ejemplo. Él es un queso de verdad. Suave, cremoso, con una línea de ceniza que lo atraviesa y un sabor, aroma y textura que handerretido la boca de la que han brotado esas palabras. Pertenecen a un jurado del certamen internacional World Cheese Awards celebrado en Oviedo. Irse a la cama con y estar enamorado de son sinónimos sólo a veces yesta el hombre ha caído fulminado de amor. Miras la foto de la pareja que sostiene el galardón ganado por su queso Olavidia y ves orgullo. Vencer a 4.000 quesos de cinco continentes no es ninguna tontería. También intuyes un grado importante de sencillez y mucha dedicación esparcidas sobre las hectáreas espectaculares de Sierra Morena donde retozan sus cabras, allá por Jaén sur. Si volvemos a enfocar Asturias encontraremos la imagen de otra pareja de queseros que se calzan los esquíes y recorren dos kilómetros para después perforar cinco metros de nieve a palada limpia y rescatar sus Cabrales. Decenas de piezas que provocan un amor-odio bipolar les esperaban en la cueva donde maduran enterradas bajo esa armadura gélida y virgen. Volvieron con 30 kilos más a la espalda. Las pruebas gráficas de su hazaña han quedado en Instagram. Así la red social más esteta también sirve para mostrar que detrás de las fotos súper monas de quesitos, copas de vino y gente guapa riéndose despreocupada hay algo más. Muchísimo trabajo y profesionales que se remangan hasta el codo para hacer bien lo suyo y salir adelante de un modo digno. Y para que los demás salivemos ante algo que oscila entre lo sabroso, lo sensual y lo orgásmico. No sé si la comida es el nuevo sexo, pero a veces se le parece mucho. De alguna parte viene lo de foodporn.