ste lunes 14 de febrero habrá quien aún regale una caja con forma de corazón repleta de gominolas veganas -no entiendo este sustantivo y este adjetivo juntos-, lencería de la que incendia edificios sin estructura de madera o un reloj contador de pasos y pulsaciones. Este lunes habrá quien querrá saber de qué materia está hecho para ser tan ligero el nuevo planeta descubierto junto a la estrella Próxima Centauri (si fuera una estación de metro, siempre me bajaría ahí). Este lunes se celebrará el Día Europeo de la Salud Sexual y los pediatras nos recordarán que los adolescentes se están contagiando de infecciones de transmisión sexual el doble que hace cinco años. Y este lunes todas esas personas y muchas más vivirán, o celebrarán, y sobre todo, respirarán en el nuevo escenario sin restricciones que estrenamos Navarra y la CAV. Todavía seguiremos enmascarados en interiores y quien vaya al fútbol o al baloncesto o al hockey sobre hielo continuará viendo la cifra de aforo covid. Pero nuestras criaturas se liberarán de la mascarilla en los patios y en la calle y esos adolescentes que se transmiten sífilis y clamidia por no utilizar preservativo porque en el porno que consumen nadie lo lleva y los que no se transmiten ni los buenos días recuperarán -ojalá- las distancias, códigos y maneras de relacionarse que eran Lo Normal y Lo Natural hasta marzo de 2020. Ellas y ellos, residentes en esa etapa vital en que tus amigos son dioses y tus padres, unos cancerberos, son quienes más han sufrido mental y emocionalmente esta pandemia. Los niños, también. He indagado en mi entorno escolar acerca de qué esperan de lo que empieza el lunes. "Que dure". "Que no volvamos a saltarnos los derechos infantiles"."Continúa el experimento social, hemos sido tan obedientes como en un régimen totalitario". "Cómo alegra verles la cara otra vez por la calle". "Mi día a día no va a cambiar, tengo otras preocupaciones". "Conseguiremos recuperarnos, somos sociables". Y sociales. Toca un principio más, la vida sigue.