arabateo estas líneas en una terraza muy céntrica del Casco Viejo de Bilbao, con perdón, y en la mesa de al lado se está tomando algo el virrey de Abascal en Bizkaia, casi nada. Hace años, muy pocos años, sería impensable que un líder españolista estuviera sentado sin la compañía de guardaespaldas donde hoy lo hace tan a gusto ese hombre. Es más, probablemente ni él mismo, cuya carrera incluye casi dos décadas en las filas socialistas y casi otra década entre UPyD y VOX, se haya sentado nunca a una mesa exterior de las Siete Calles con tanta tranquilidad como ahora. Es muy raro todo. Dicen que en España gobierna ETA, y en Euskadi un jefe de VOX sale de tardeo un juernes en plena zona apache.

Yo de veras me alegro por él y también por nosotros, los demás vascos, aunque cabe alterar el orden de los factores, que el producto sigue igual. Resulta más sana una sociedad donde las diferencias se dirimen hablando, no a bofetadas, y donde aun sin dirigirnos la palabra somos capaces de coincidir en un bar sin escupirnos. Sí, lo sé, no todo es tan sencillo, pues seguramente esa calma de la que hoy goza sea también fruto de que no lo conozca nadie, pero en tal caso llegaríamos a una conclusión similar. Pues, aunque solo sea por rentabilidad política, ¿no es más lógico dejarle que se beba su cacharro en paz, que perdure así en el anonimato, y que su mensaje se oiga más por lo que él grite en las redes que por lo que le grite un enemigo en la calle? Su derecho a disfrutar del ocio sin que nadie lo moleste es incontestable. Pero es que, además, es aconsejable. A ver cuánto dura. l