Félix Bariáin debiera aplicarse una desbrozadora para limpiar las malas hierbas de la amenaza. El presidente de la UAGN advirtió: "No vamos a ser pacíficos" si la ministra de Trabajo no retira las inspecciones laborales en el campo". Al poco tiempo, se enjuagó la boca para refrescar el calentón y pidió disculpas por "las formas". La UAGN aplicó lubricantes al exabrupto. Los empresarios del sector primario están indignados con la medida, como son reticentes o contrarios al Salario Mínimo Interprofesional y a la Renta Garantizada o similares. El primero encarece sus costos. Las medidas sociales entorpecen, dicen, la captación de mano de obra (barata). Deducción cabal: oposición a inspección, indicio de infracción. Las inspecciones efectúan comprobaciones en materia de economía irregular y de seguridad e higiene en el trabajo. También, de prevención por la pandemia.

Bariáin desea la dimisión o el cese de la ministra, "que no defiende al sector, que lanza sospechas sobre un sector fundamental, con una aportación al PIB similar a la del turismo". El tenor del documento rector de las inspecciones raya en la sospecha de esclavismo. Su tono puede resultar irritante para los empleadores. Sin embargo, se sustenta en una larga e inconclusa historia de excesos y denigraciones documentada en testimonios personales, reportajes periodísticos y denuncias sindicales y de ONG. Las sospechas infundadas palidecen ante las certezas contrastadas.

Puede que haya habido tiempos aún peores, pero el presente no es bueno. Al contrario, manifiestamente mejorable siquiera desde unos mínimos de sensibilidad humana. El sector primario tiene muchos y viejos problemas: precios, transporte, distribución, grandes superficies, importaciones de terceros países. Lo suele expresar con firmeza y contundencia. Con tractoradas. Nadie le sacó la cara en el arco parlamentario foral. La consejera, en silencio. El campo tiene muchos enemigos. Pero no sus trabajadores.