a nueva Coordinadora Autonómica de Podemos en Navarra, la abogada Begoña Alfaro, se ha sumado al coro de alabanzas al dimisionario Pablo Iglesias. Un hilo en twitter con este primer mensaje: "Pablo Iglesias, en un ejercicio de honestidad, asumió el papel que consideró oportuno, hizo una apuesta y asume ahora el resultado. Solo queda agradecerle estos 7 años de liderazgo en los que ha cambiado el tablero político". Incienso desde la franquicia navarra. Innecesario. Quizá inconveniente para un proyecto territorial en supuesta regeneración. Iglesias ha vulnerado su compromiso: "Estaré allí donde la ciudadanía me coloque", respondía a quienes dudaban de verle en un escaño de oposición al gobierno de Madrid. Con carácter previo, dejó plantado a Sánchez en el Consejo de Ministros y se ofreció a liderar una coalición de izquierdas contra Ayuso y sus socios de la derecha madrileña. Su arrogante propuesta fue rechazada y se centró en mantener a su partido en la Asamblea de Madrid. Tras el recuento, se tildó de "chivo expiatorio" y dimitió de todos sus cargos institucionales y orgánicos. De salida, designó a la ministra Díaz como sucesora en la dirección de UP dentro del gobierno de coalición. Y auspició a Ione Belarra para la dirección del partido. "Hemos trabajado juntas y con muy buena sintonía". Tal vez el vínculo Iglesias-Belarra animara el laudatorio tweet de Alfaro. No se corresponde con un "ejercicio de honestidad" el abandono del compromiso con electores y compañeros de lista. Lo que toca es permanecer en el escaño los dos años de legislatura. Eso habría sido "asumir el resultado". Los fracasos de la soberbia no se cubren con la aparente humildad de una contrición. Lo que nació de círculos y asambleas derivó en liderazgo personalista, con dinámicas centrípetas para los incondicionales y centrífugas para los críticos. No es el primer líder local, regional, nacional que pone pies en polvorosa. Cumplir y dimitir: ese es el orden.