no se diga que aprovecho que está de moda el obispo de Alcalá para meterme con la forma en que tienen de intentar crear odio y dañar a las personas más indefensas. En la hemeroteca del DIARIO DE NOTICIAS está la columna que le dediqué al mismo sujeto el 21 de mayo de 2012, Obispofobia se titulaba, aunque debería haber sido Misantropía, más aplicable a quien lleva años dedicado a insultar a una sociedad democrática diciendo barbaridades de las mujeres y sus derechos y libertades, de las personas que no comulgan con sus pesadísimas y obsesivas ruedas de molino en lo sexual y lo afectivo y de paso todo lo adornan con un franquismo que ofende a cualquier persona demócrata salvo a los franquistas que, precisamente, le animan y jalean. Ya saben, los curas montan unos cursos para acabar de joder la vida de personas con problemas, con terapeutas que hacen uso de pseudoterapias, inventos ideológicos y de paso con la connivencia de médicos que utilizan psicofármacos para trastornar la conducta y autoestima de gente con problemas que, habitualmente, vive en familias con problemas en las que se ve normal consultar al cura para cuestiones que deberían ser tratadas seriamente. Decía un amigo sociólogo: ni cura ni cura, y es cierto. No es nuevo: aquí lo hizo Franco y sus psiquiatras franquistas, como ese Vallejo-Nájera o ese López Ibor que tan famosos fueron en los setenta. En Bolivia lo siguen haciendo en cárceles, también con la connivencia de fundamentalistas cristianos. Está probado que esas intervenciones no curan nada, y es que no hay nada que curar. Recordemos que la homofobia no precisa un tratamiento, aunque sí parezca un problema de conducta serio en tantos curas y demás. Lo terrible es la impunidad que sigue otorgando el solideo para hacer el mal: ora protegiendo pederastas, ora difundiendo odio.