“Precursores de explosivos”. Es lo más letal que ha encontrado la Guardia Civil a los jóvenes independentistas detenidos ayer en Cataluña. ¿Que qué es eso? En las imágenes ofrecidas ayer el elemento más reconocible era una olla. Una olla, supongo que precursora, con la que los detenidos “podrían” -la G.C. empleaba el condicional- estar preparando atentados coincidiendo con el aniversario del referéndum de 2017 y la inminente sentencia a los presos del procés. ¿Hay que tragárselo? El rechazo a toda violencia ha sido una de las marcas distintivas del fracasado intento de instaurar la república catalana. Algo desesperante para los poderes del Estado y sus altavoces mediáticos que han visto mermado su arsenal de argumentos contra un movimiento eminentemente pacífico. Como no hay rebelión sin violencia, llevan años intentando acusar de actos violentos al independentismo catalán. En el mismo Tribunal Supremo se han llegado a presentar como prueba de “violencia” imágenes de manifestantes alzando sus manos al grito de “volem votar”. No es la primera vez en estos años que los cuerpos de seguridad del Estado detienen a militantes secesionistas acusándoles de prácticas violentas. Los medios de Madrid han dedicado primeras planas e incluso editoriales a esas detenciones, pero muy pocas líneas, o simplemente ninguna, a la noticia de la puesta en libertad sin cargos de los afectados. Ya lo hacían antes aquí con un número nada despreciable de detenidos por terrorismo. Como también les ocurrió a los anarquistas madrileños a los que se les ocupó amoniaco y a los magrebíes barceloneses con detergente de lavadora en su poder. No es totalmente descartable que la tentación violenta haya hecho mella en algunos de los miembros del sector más radical de la disidencia catalana. Simplemente, cuesta creerlo. Más aún a gentes e instituciones con la credibilidad en nivel inferior al suelo.