l sábado moría por coronavirus el excomandante de la Guardia Civil Enrique Rodríguez Galindo. Ascendido a general y con varias medallas en su haber por méritos en la lucha antiterrorista, sólo cumplió 4 años de los 75 a los que fue condenado por el secuestro, tortura y asesinato de los militantes de ETA Lasa y Zabala en 1983. De hecho, con otra Justicia las condenas se le hubieran podido acumular. Galindo era el jefe de los guardias civiles que aquel 25 de noviembre de 1985 fueron a detener a Mikel Zabalza en su casa del barrio de Altza, en San Sebastián. Trasladado al cuartel de Intxaurrondo, donde Galindo ejercía de dueño y señor, se sabe hoy que el orbaiztarra fue torturado hasta morir, aunque la versión oficial todavía sostiene que se ahogó al escaparse en el río Bidasoa. Zabalza nunca fue miembro de ningún grupo armado. Tampoco la otra media docena de personas -novia, amigos- detenidas y torturadas con él. Sin embargo, es muy probable que todos estén incluidos entre los "más de 800 etarras" que han sostenido que detuvo el laureado comandante los que estos días han glosado su figura. A Galindo se le ha vinculado con otras muertes revindicadas por los GAL de los tiempos de Felipe González, así como turbias relaciones con las redes del narcotráfico y la trata de personas, denunciadas en su momento sin reacción judicial alguna. Al menos, los jueces rechazaron las demandas interpuestas por él contra grupos musicales y medios de comunicación por "intromisión en su honor". Cualquiera sabe qué habría ocurrido hoy. Conocida la noticia de su fallecimiento, Vox y asociaciones de la Guardia Civil se apresuraron a ensalzar su figura. La novedad estriba en la reacción de asociaciones de víctimas del terrorismo como Covite o la Fundación Fernando Buesa, censurando a los palmeros del patriótico terrorista de uniforme. Navarra Suma diría que Consuelo Ordóñez estaba blanqueando a ETA.