Hay un hecho irrebatible y es que la baja natalidad es una muy importante debilidad a medio plazo. Luego, también es cierto que niños y niñas son pura polisemia, significan alegría, renovación, ternura, pero también números, posibilidades, capacidad, recursos. Hoy son un recurso escaso.

Fomentar la natalidad supone crear las condiciones laborales y legales para que las personas en edad de ser padres y madres disfruten de la necesaria estabilidad económica para hacerlo y planificar los servicios públicos necesarios para que traer criaturas al mundo no sea una heroicidad o un riesgo. Porque criar cuesta dinero y es una empresa de largo recorrido. Para quienes están aquí y para quienes llegan de fuera.

La semana pasada nos sorprendieron, por utilizar una expresión delicada, las palabras de Casado en torno a las madres migrantes. Demuestran un supremacismo desvergonzado y además una excelente estupidez. ¿Qué aumento en las cifras de natalidad representarían las criaturas obtenidas por esta vía? Inapreciable. Antes, también habló del aborto y también en clave de pérdida de recursos. Es interesante constatar que en una visión tan economicista no se contemple la inversión previa y motivacional que correspondería al Estado.

Rivera también suma. Apoya la gestación subrogada. ¿Qué aumento en las cifras de natalidad representarían las criaturas obtenidas por esta vía? Inapreciable también. Está claro que la solución a la baja natalidad pasa por políticas ambiciosas que impliquen a un número elevado de personas. Entonces, ¿por qué estos señores son tan vehementes apoyando ocurrencias de tan corto alcance y además contrarias a los Derechos Humanos? Pues porque de la abundancia del corazón habla la boca, como decía Santa Teresa y tenía más razón que un santo. Eso es lo que ambos piensan de las mujeres con pocos recursos y de la relación de esas mujeres con sus cuerpos y con sus hijos e hijas. Puro supremacismo.