Quedamos para otra cosa y una vez solventada pasamos revista a los temas habituales y al más excepcional de la pasada campaña electoral. Es una pena honda que las ideas sensatas y sin apenas coste que nos parecen elementales (y seguramente a mucha más gente, lo nuestro no es tanto la originalidad como la discreción un poco contrariada, bueno, más que un poco o, mejor, muy hasta las narices de aguantar espectáculos, desplantes, balones fuera, mentiras y silencios, porque somos una parte infinitesimal del censo, pero una parte muy consciente de sí) no tendrán ningún eco en los tímpanos que podrían convertirlas en medidas a favor de la seriedad de los eventos preeleectorales.

Una primera propuesta es que si quien entrevista pregunta ¿de dónde vienes? y la candidata o candidato contesta con un subidito manzanas traigo, se lo haga notar, le dé una segunda oportunidad y si tampoco entonces consigue su objetivo, le despida educadamente y aquí paz y después gloria. No contestas, no respetas, no interesas. ¿Quién te crees que eres para tratar así al electorado, rosa de pitiminí? ¿Te permites tal actitud con tus iguales o superiores?

La segunda tiene que ver con la velocidad con que las herramientas digitales permiten realizar verificaciones. Tras cada candidato, una pantalla cambiaría de color (buscaríamos los idóneos para plasmar la transición cromática entre datos ciertos y mentiras como casas) según la veracidad de sus afirmaciones inmediatamente después de ser pronunciadas y momentos después reflejarían el dato fiable. ¿Qué te parece el pinochómetro, clavel reventón?

También aplaudiríamos más que peleas de gallos debates reales entre personas que conozcan a fondo las propuestas sectoriales de sus partidos. Menos vistosos pero más esclarecedores. Sanidad, Hacienda, Educación, Trabajo? Tiempo para bajar a las cuestiones que la ciudadanía conoce porque transita a diario. ¿Cómo te quedas, capullito de alhelí?