a Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura a la poeta norteamericana Louise Glück y nos hemos puesto a buscar algo de obra suya. En la red pone Louise Glück, poeta. No poetisa. M pregunta por qué. Es una vieja cuestión. Poetisa rima con sacerdotisa o pitonisa y relacionar, aunque solo sea por el sonido, una actividad creativa, intelectual, con otras esotéricas, pues no sé, a mi entender emborrona. Abundando, rima incluso con hemorroísa. Por otra parte, la lengua es un sistema lleno de excepciones que lejos de confirmar las reglas se las saltan. Poeta es una palabra similar a atleta, que no ha necesitado de atletisa alguna para ser universal, o a psiquiatra, vocablo que tampoco ha incurrido en un despropósito semejante.

Las resonancias pesan. Contaba C que cuando de pequeña escuchaba la historia de la curación de la hemorroísa, sin entender qué enfermedad padecía la pobre, la palabra le parecía preciosa, como para querer serlo de mayor. Tenía algo misterioso, oriental. Luego se enteró de que aquella mujer padecía un común desarreglo menstrual. Las palabras atraen significados y matices nuevos en función múltiples factores, entre ellos su relación con otras o los usos sucesivos que hacemos de ellas.

Lo sabe Louise Glück. Un poema suyo, Maitines 2, comienza diciendo: Ocurre contigo que eres como los abedules: no debo hablarte de modo personal. Mira que los abedules son bonitos, con sus troncos blancos y sus estrías horizontales y sus hojas en forma de corazón, pero es cierto, no están hechos para una relación de tú a tú. Esa sencilla formulación no exenta de humor y que probablemente llega después de la sorpresa, la decepción o el sufrimiento, extiende la palabra abedul. Ahora podré decir de tal o cual que es un abedul y me quedaré tan ancha.