Cada día me resulta más fácil compartir las palabras de Ian Fleming cuando dijo aquello de que “una vez es casualidad, dos veces es coincidencia y tres veces, acción enemiga”.

Estoy pensando en diversas sentencias relativas a ataques sexuales o físicos contra mujeres que siguen dejándonos con la boca abierta. Algunas son tan terribles como la de la Audiencia de Lleida y otras resultan difíciles de entender, por ejemplo la que esta semana hemos conocido de la sección navarra que juzgó en su momento a los delincuentes de La Manada.

A aquel criticadísimo fallo, que en breve el TSJN ratificará o no, le ha seguido ahora la condena a un hombre por maltrato ocasional al intentar estrangular a su mujer delante de sus hijos pequeños. La Fiscalía entendía que se trataba de un homicidio en grado de tentativa, pero para los jueces ha valido más que el agresor desistiera voluntariamente de su intento. Pese a que el fallo es ya firme porque nadie lo ha recurrido, no es de extrañar que portavoces institucionales resalten sus dificultades para compartir y respetar esta sentencia tan alejada del sentido común y de la sensibilidad (que no del linchamiento) social. La brecha entre algunos sectores de la Justicia, ciertos artículos de la ley y la sociedad se agranda, aún más en un día como el de hoy.