Encontrar plaza de aparcamiento en el centro de Pamplona es asunto peliagudo, en ocasiones una misión imposible que cientos de conductores sortean a base de trampas. Los hay que se empadronan en casas ajenas para lograr una de las txartelas reservadas a los vecinos y aquellos que falsifican las tarjetas destinadas a personas con discapacidades. Sólo el pasado año, se retiraron 384 documentos de este tipo por uso ilícito de los mismos.

Quienes endulzan estas actitudes tildándolas de mera picardía han de saber que estos jetas pueden acabar condenados. Así les ha ocurrido a los padres de una niña con discapacidad que disponía de una tarjeta homologada y a los que una autorización les debió parecer poco, por lo que manipularon una segunda tarjeta que les permitió estacionar rápido y gratis sus dos coches durante tres años, y al conductor que usó el pase de su abuela fallecida para aparcar cerca de El Sadar un día de partido. En otra categoría de difícil catalogación incluyo a la pareja que la pasada semana ocupaba una plaza reservada sin permiso y, al ser requerida por la Policía Municipal, se descubrió que carecía de permiso de conducir, un número de la matrícula del automóvil había sido alterado con cinta y en el interior del vehículo había drogas y joyas. ¿Quién da más?