Me comentaban el otro día que sólo escribo del coronavirus y la verdad es que venía pensando en dejar de hablar de la pandemia en cualquiera de sus expresiones y volver a lo de antes de marzo porque el covid-19 no ha dejado espacio para más pero los dramas de todo tipo continúan entre nosotros, nunca se fueron. Así, esta semana hemos sabido del trágico suicidio de un niño de 9 años en Tudela mientras estaba bajo la tutela del Gobierno de Navarra. ¡Nueve años! A esa edad, los críos salen sonriendo en las fotografías, van a 3º de Primaria y su vida, casi siempre, transcurre entre juegos, amigos y una familia que les cuida. Este asunto es tan devastador que no soy quien para opinar sobre las razones por las que Derechos Sociales retiró temporalmente la patria potestad del chavalín a sus abuelos, con los que convivía en Pamplona, asumió su deber de guardia y custodia y trasladó al menor lejos, a un piso en la capital ribera. A decir de sus allegados, el niño no estaba bien, era tan infeliz que hasta intentó escapar del lugar para reunirse con los suyos y, por lo poco que ha trascendido, un día de finales de mayo decidió herirse de tal modo que los sanitarios no lograron salvarle la vida. Murió el martes 2 de junio. No puedo ni quiero entenderlo, es un auténtico drama.