gnoro si eso es lo que les dieron en la comisaría y en el juzgado de guardia a los agresores del ayuntamiento de Lorca que consiguieron suspender, con violencia manifiesta y agresiones, un pleno municipal, es decir, un acto institucional sostenido por la voluntad popular. Ignoro también si han sido detenidos todos los agresores a quienes se puede con facilidad identificar en múltiples documentos gráficos.

Lo cometido es a todas luces un delito grave que ha sido de inmediato legitimado por la derecha sin fundamento alguno, porque sí, porque les daba la gana, porque las patrañas no son de recibo argumental, lo que constituye todo un aviso del golpismo que viene. Si les da por asaltar ayuntamientos, pueden asaltar lo que quieran. Es cuestión de tiempo. No es una algarada de pueblo sino un acto de matonería de intención política de mucho más alcance que una cencerrada.

La conclusión a la que llego es que los industriales ganaderos y sus hombres de mano sí pueden asaltar un ayuntamiento, agredir a los sacrosantos policías, suspender por las bravas un pleno municipal, con objeto de hacer valer sus intereses espurios, por completo asociales, como es el caso de las macrogranjas que ofrecen un peligro evidente y comprobado, por mucho que sean un negocio lucrativo, y así tratadas por la derecha cuando les ha convenido. Los obreros en cambio no puede actuar de la misma manera, tanqueta a estos si se les ocurre salir a la calle y armar una barricada en protesta por sus condiciones de trabajo... y mejor no hablemos del rodear el Congreso de los comunistas, que no es el mismo que el legítimo de la propia policía con su Justapol de combate.

Tanqueta, procesos, cárcel frente a café, copa y puro. No hay color, hombre, a dónde vamos a ir a parar. Los patriotas contra los comunistas... y aún tienen el cuajo de hablar de vergüenza ajena y de manifestar no sentirla propia. ¿Vergüenza ajena de uno mismo? No dan vergüenza, sino asco.

Los documentos gráficos que prueban la gravedad de lo sucedido son ineludibles, salvo que se desdeñen como hicieron con los de Alsasua, pero en otro sentido. Si allí no se admitían para condenar, aquí para absolver o para dar una colleja a la mocina del pueblo, que no sabe, verdá, que tiene la sangre caliente, que habría bebido... café, copa y puro de nuevo. Iremos viendo. Desde luego, los energúmenos desinformados de Lorca no han recibido hasta ahora el mismo trato que recibieron los muchachos de Altsasu ni mucho menos, siendo los hechos infinitamente más graves, lo mires por donde lo mires. Es casi por completo inútil denunciar el clima de impunidad que protege a la derecha en sus desmanes. Indigna la manera en que se minimiza o absuelve de manera judicial y mediática lo que en otros es delito grave.

No es el país el que da asco, sino ese amplio y denso entramado social policial-económico-judicial-mediático que vemos actuar a diario, como acaba de pasar en Lorca y en el Congreso de los Diputados con la reforma laboral (y las promesas en el vacío de otras reformas o derogaciones) y la actuación de los dos impresentables trileros de UPN, y el antipático (por no decir de él otra cosa que muchos pensamos) alcalde de Pamplona, junto con los judas profesionales del PSOE y del PSN, que han vuelto a las andadas, a las sabidas, a las de siempre.

Sobran los motivos para desentenderse de estas mugres y de estas pugnas; pero no hay peor mordaza que la que uno se aplica a sí mismo, no queriendo ver ni oír ni hablar, ante los motivos de indignación. Ahora mismo no veo forma eficaz de resistirse a este estado de cosas, siendo las urnas el único medio, por muy ineficaz que resulte en la práctica, y excluida la rebelión por poco práctica.

¿Las urnas? Son esas que pusieron a los concejales y al alcalde de Lorca en donde estaban el otro día reunidos con asuntos de gobierno municipal, son esas contra las que, en la práctica, fue la ganadería local con su tropa de desinformados sabiéndose protegidos por sus valedores del bozal rojigualdo que empuercan el Congreso. Todo un aviso, insisto, del respeto que tiene la derecha montaraz y camorrista a las urnas, si estas no les dan lo que les conviene, a capricho siempre. Democracia, bonita.