está cada vez más extendida en diferentes colectivos la táctica de proponer a los medios de comunicación cuál debería ser la forma que ellos entienden más correcta de enfocar una información que les toca de cerca. No voy a entrar en las convocatorias a las que se nos cita para dar lectura a un comunicado, previo aviso de que el protagonista no acepta preguntas. Es el colmo; y lo malo es que todavía tragamos. Por no hablar del cada día más férreo control de los gabinetes de prensa. Pero me refería a ese otro punto recurrente de emplazar a representantes de medios para elaborar decálogos con los que orientar cómo debemos presentar informaciones espinosas (para que sea de su gusto, claro); decálogos que ya vienen condicionados desde su génesis porque en el preámbulo siempre aparecen las palabras morbo, sensacionalismo, amarillismo y otras por el estilo. El más reciente es el insinuado por la Mesa del Encierro sobre cómo tratar las imágenes, los textos y el manejo de la información derivada de la carrera y sus secuelas. En estos asuntos, yo solo atisbo dos supuestos: o nos toman por incompetentes a los periodistas o creen que los tontos son los lectores. Los medios, y hablo de los periódicos, no son productos tutelados más allá de la línea editorial. Se elaboran con un criterio, bueno para unos y muy malo para otros, y el que quiere lo compra y el que no lo deja en el montón. Si lo escrito excede los márgenes de la ley, siempre está el recurso a los tribunales. Y hasta ahí. Esas tendencias al decálogo -cuando la sociedad hace una defensa de la importancia de la libertad de informar- a mí me huelen a chamusquina más que a una supuesta colaboración; a querer encajonar la información entre unos parámetros de uso común más que a buscar ampliar los horizontes de rigor y veracidad a todo lo escrito y fotografiado; en fin, a un intento de uniformizar todo. Para eso, bastaría y sobraría con un solo periódico. Y eso no es bueno ni para la sociedad, ni para el encierro, ni para los que corren ni para quienes hasta observan con desidia la carrera.