Ponencia contra el choriceo foral
bienvenida toda iniciativa para combatir la corrupción institucional e institucionalizada, incluida la ponencia parlamentaria que preconiza Chivite como nueva mandamás del PSN. Una propuesta con aportaciones ineludibles como la supresión del aforamiento de todos los cargos públicos, la limitación de los mandatos o el veto a que empresarios con causas abiertas por corrupción puedan concurrir a licitaciones administrativas, a las que en lógica consonancia habría que agregar la suspensión de militancia orgánica y el cese en el puesto de representación para los imputados judicialmente, toda vez que la política debe guiarse por la presunción de decencia, no por la de inocencia a dirimir en los tribunales. Sin embargo, la lucha contra la corrupción no puede circunscribirse solo al obsceno expolio del erario público, sino también a erradicar su caldo de cultivo. Por ejemplo, la conformación de gobiernos bipartitos entre las dos fuerzas mayoritarias para menoscabo de la imprescindible e higiénica labor de contrapeso del Parlamento. O la laxitud ética que lleva a determinadas siglas a consentir el cobro de pingües dietas por asistir a charlas o que la Administración contraiga las pérdidas de proyectos particulares ruinosos, acometa instalaciones sobredimensionadas para cuyo mantenimiento no existen recursos, arbitre sistemas de financiación que adelantan la construcción de infraestructuras hipotecando a generaciones enteras o valide el rescate de clubes deportivos quebrados sin la asunción de responsabilidades por quienes permitieron tal quebranto. Más allá de formatos y contenidos concretos, de contradicciones y amnesias, la propuesta de Chivite aporta valor al propugnar la autorregulación de los partidos para acabar con tanta impunidad, sin plantear como fórmula milagrosa la habilitación de más jueces pagados a escote. Como defiende ese Rajoy para quien la corrupción son “algunas pocas cosas”, “cero” para la misma Barcina que se dio de alta en la UPNA sin trabajar, se subió el salario presidencial o trincó sobresueldos secretos por hacer de mera oyente.