Maldiciendo como siempre la estéril compra de décimos porque la lotería siempre toca a los otros, aunque aún con el delicioso regusto de la farras de cuadrilla y de empresa a menudo concatenadas, ya está aquí la Nochebuena para hacer honor a su nombre en el caso de quienes gozan de una salud aceptable pero también de unos ratios razonables de dinero y de amor. Si usted tiene suficiente de las tres cosas, regodéese con su suerte, que ya vendrán tiempos esquivos -disculpe tan fatal vaticinio- para comprobar que no hay nada peor que encontrarse regular tirando a mal en unas fechas donde sentirse feliz se antoja una obligación, mayormente prescrita por la omnipotente mercadotecnia comercial. Sirvan estas humildes líneas a modo de cálido aliento para todos los convecinos dolientes por unas u otras razones, desde la premisa de que quienes nos circundan no merecen sufrir ante nuestro estado de ánimo por justificado que esté. Pues, al contrario, toda interacción con los demás siempre resulta positiva, siquiera porque como bípedos empáticos nos empuja a ponernos en el lugar del otro, lo que no obsta para que se pueda disfrutar de la soledad a través de los pequeños detalles, de esos íntimos deleites que no tienen por qué conllevar pingües desembolsos. En eso consiste la felicidad cotidiana también en Navidades, desde la evidencia de que cada cual debe fijarse objetivos realizables en función de sus posibilidades, por supuesto sin comparaciones y obviamente a corto plazo para evitar frustraciones. Y sin caer en la trampa de esos traficantes de sueños de lujo que venden el futuro como si no hubiera un pasado cuando de los recuerdos claro que también se vive. De hecho, uno puede emocionarse hasta el llanto rememorando con delectación a los seres extremadamente queridos que ya no se sientan a la mesa pero que tuvimos el enorme placer de conocer y ojalá de reconocer antes de su partida. Tal vez en la demostración de cariño hacia quienes aún nos soportan -en la doble acepción de sostener y de aguantar- resida el verdadero sentido de la agridulce Navidad.