todas las directivas de Osasuna se plantearon pactar resultados al menos en Primera División mediante primas a terceros, aunque la verdad judicial de quién y cuánto aflojó sigue siendo secreto de sumario. Por poco tiempo, pues el drama de los enjuagues en el marco del fétido fútbol profesional radica en que, como le ha sucedido a Osasuna, te pillen por el rastro financiero diseminado y por la confesión de quien no abrió la boca mientras el club lo tuvo a sueldo y a precio de goleador. Bien entendido que la hecatombe de Osasuna se explica antes que nada por la bancarrota, ya que sin ella no le hubieran llovido auditores independientes para escudriñar cada asiento contable. Quebradas la economía y la moral del club, su supervivencia queda ahora pendiente de que el hilo de las salidas de tesorería sin justificar, también en metálico, no conduzca hasta el abono de dádivas por dejarse empatar o perder. Con la duda más que razonable de si tales fugas no terminaron en todo o en parte en los bolsillos de los pagadores aprovechando la opacidad de tales desembolsos, un eventual latrocinio merecedor del mayor reproche penal posible. Y todo sin menoscabo de la preceptiva censura a la connivencia del Gobierno de UPN, obligado a supervisar las cuentas de Osasuna al convertirse en su mayor acreedor y, así, en propietario fáctico. Pero mejor subirse al carro del populismo, como ocurrió antes con aquel Portland San Antonio glorioso en la cancha y manirroto en los despachos, rezando -literal- para que escampe. De esa corresponsabilidad por omisión en el desguace de Osasuna se deriva la urgencia por dotarle de un plan de viabilidad aceptando además su tasación del patrimonio, una operación imprudente e incluso estéril porque las fechorías investigadas perfectamente pudieran acabar en descenso administrativo si se acredita el amaño de partidos. Con el corazón rojillo dolorido, solo me queda reivindicar el osasunismo de mi buen amigo Juan Iribarren, que puso a punto al equipo en pretemporada por cero euros cuando otros -todavía por determinar nominalmente- se lo habrían llevado crudo.