Demagogia fiscal

Siempre que se abre el melón del debate fiscal no faltan quienes recurren al socorrido argumento de que “ningún navarro puede estar en peores condiciones que el resto de España”. Acostumbran a decirlo a coro los políticos de los denominados partidos constitucionalistas -UPN, PSN y PPN-, quienes en el fondo lo único que pretenden es que se traslade a Navarra la arquitectura fiscal del Estado, a poder ser bajando medio punto los tipos impositivos en IRPF y Sociedades. Un debate sobre todo demagógico, en el que no faltan las invocaciones al miedo de que habrá empresas y grandes contribuyentes que pongan ruedas a su domicilio fiscal si aquí soportan una presión fiscal más elevada.

Además de que todo esto tiene más de falacia que de realidad, ocurre con frecuencia que no se habla de lo realmente importante. La cuestión es resolver si queremos tener buena atención sanitaria, los mejores colegios en la red pública, ser solidarios con los más necesitados, etc. O si nos da igual que se privaticen los hospitales, que la enseñanza de calidad quede restringida a unas elites y que la exclusión social continúe creciendo a pasos agigantados. Para lo segundo no hace falta ninguna reforma tributaria o en todo caso una para bajar los impuestos. Y quizá también se podrían reducir las obligaciones fiscales que afronta la ciudadanía si se hubiera gestionado bien el dinero público. El problema para el Gobierno del cambio es que ha recibido como herencia un canon anual de más de 40 millones de euros por la autovía a Logroño (por la que vamos a pagar cinco veces más de lo que costó), millonarias infraestructuras megalómanas e inútiles, la locura quijotesca de adelantar el pago de las obras de un TAV que va de ningún sitio a ninguna parte, más de 100 millones al año por intereses de deuda, la electoralista reforma fiscal hoy vigente, etc, etc, etc. Y ahora para recaudar 30 o 40 millones más una de las soluciones es tocar algo el bolsillo a quienes más tienen. Así de sencillo o de complicado.