Por suerte ya está en los corralillos del Cener. Han hecho falta informes técnicos, el capotico de San Fermín, los divinos forales del arcén y los dobladores del transporte especial para guiar al famoso megatruck de la ganadería nipona por las carreteras hasta Sangüesa. No estábamos como para colapsar la autovía de Jaca en pleno puente y temporada de esquí... Reconociendo mi ignorancia técnica, la situación ha sido rocambolesca desde que los hermanos guipuzcoanos nos dejaron el juguete en la muga de Etzegarate... En un momento incluso llegué a pensar en otra solución más a la navarra que hubiera sido desmontar el Cener pieza a pieza e instalarlo en Alsasua, probar el aerogeneredor de marras y devolverlo para Japón. De paso se crearía empleo en la Sakana. Fuera bromas, el tema del megacamión me ha suscitado una reflexión un tanto surrealista con tintes gulliverianos, pero sugerente. Se me ocurrió de repente. Todo es cuestión de escala. Del punto de vista. ¿Y si lo que sucede no es que el camión fuera muy grande sino que Navarra es demasiado pequeña? O al menos no tan grande como creemos o queremos hacerla con tintes obsesivos. Y se me ocurrió entrevistando al nuevo medalla de Oro de Navarra Pedro Miguel Etxenike (a veces sucede como con el fútbol y Brasil, que sin ninguna cantera estructurada al estilo Ajax también en los pequeños equipos surgen nombres propios que se salen de lo normal...) en su despacho del Donostia International Physics Center, un ejemplo de cómo en la CAV hacen las cosas con visión integral y de futuro. Están en Europa y en el siglo XXI hace tiempo. Eso en Ciencia. Pero si se habla de cultura, sale el Guggenheim o el Zinemaldia. Y Zamudio o Mondragón, en I+D... Y mientras aquí venimos de una época en la que nos hemos empeñado en competir y duplicar en vez de sumar y compartir. En hinchar orquestas sinfónicas, construir frontones al estilo Ruina Arena, aeropuertos casi sin vuelos y TAV en rastrojeras... Hubiera sido más sencillo reconocer la humilde dimensión y situarnos en el mapa en compañía desde el respeto mutuo en lugar de envolvernos en un gran bandera (a este paso la que pone UPN va a tener más m2 que la propia Comunidad...) y derrochar el dinero en megalomanías. Para ser y sentirse navarro/a, el tamaño no importa.