hubo un tiempo nada lejano en el que el personal encuadrado entre la clase media y la diminuta salivaba de pura envidia ante la observación de esos fajos de billetes compilados con una goma que los nuevos ricos esgrimían a cada oportunidad como muestra de ostentación. Hoy la gente pudiente no porta vil metal ni sucios billetes que contar con un dedo chupado a la vista del prójimo, sino que más propiamente efectúa transferencias de capital, así que el manejo de choja en efectivo queda para quien vive modestamente al día o de la economía fraudulenta, incluida la sumergida. La cuestión es que para solaz de los bancos comisionistas y las haciendas recaudatorias -y miseria de los manguis callejeros y los aspirantes a la propina- el parné de curso legal camina lenta pero indefectiblemente hacia la desaparición, aunque usted y yo vayamos a espicharla con monedas en el bolsillo. Porque tan cierto resulta que el 70% del consumo privado todavía se apoquina por estos lares en metálico -cuando en Dinamarca o Suecia tal porcentaje lo representa el pago electrónico- como que en el primer trimestre del año pasado por primera vez se registraron en España más abonos con tarjeta que fondos extraídos de los cajeros. Asistimos por tanto a la entronización definitiva del dinero de plástico, con su variante evolucionada del contact less -sin contacto-, más el complemento en este frenesí virtual de los crecientes servicios de pago por móvil. Operaciones todas trazables y por ende rastreables por los recolectores de impuestos, los mismos que han restringido a mil euros las operaciones en cash, pero también por nosotros la plebe en aras a un mayor control de las finanzas propias, que en algo habría que salir ganando. Sin embargo, tampoco la guita plastificada perdurará para los restos, pues ya se pergeñan dispositivos inteligentes a modo de pegatinas adhesivas como medio de pago con incorporación de datos biométricos al objeto de una autentificación personal e intransferible. Lamentablemente, lo que siempre habrá será pobres de solemnidad y de idéntico material además: carne de cañón.
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