Control cibernético
ya ha quedado más que demostrado que el sátrapa de Rusia Vladimir Putin decidió en su día poner toda la carne en el asador para favorecer la elección del loco del flequillo en Estados Unidos. Seis agencias de inteligencia norteamericanas no pueden equivocarse a la vez, salvo un complot enrevesado con tintes cinematográficos. En un informe conjunto sin precedentes han atribuido al presidente ruso la orden de pergreñar una campaña para erosionar las instituciones democráticas estadounidenses y ayudar a Trump desacreditando a Hillary Clinton. Putin navega con comodidad en las procelosas aguas de la desestabilización y, cómo había hecho una apuesta a caballo perdedor, no dudó en intentar amañar la carrera. Y, al parecer, con éxito a base hastag ingeniosos, manipuladoras campañas en las redes y blogueros desalmados al dictado de Moscú. Amén de tirar profusamente de talonario para crear y propagar infundios en la opinión pública norteamericana. Aunque la influencia rusa no llegó al proceso de recuento de votos (en caso contrario tampoco iban a admitirlo), Washington está convencido de tuvieron acceso a las redes informáticas de los colegios electorales estatales. Lejos quedan los escuadrones de Tupolev, las baterías de misiles SS y las hordas de soldados rojos Kaláshnikov en ristre para doblegar al bastión del enemigo capitalista. El fin de la Guerra Fría dejó atrás un estilo de confrontación basado en el miedo y el rearme sin sentido que a punto estuvo de mandar todo al garete. Ahora, para mover ficha en el complicado tablero geopolítico mundial basta con un buen puñado de hackers bien entrenados. Los comandos cibernéticos pueden decidir a quien dar el maletín nuclear de la superpotencia rival y qué forma de gobierno conseguir imponer en la metrópoli enemiga. Los piratas informáticos se están imponiendo a los soldados como peones de la revolución. Los batallones de fornidos soldados curtidos en mil batallas han dejado paso a cuadrillas de imberbes licenciados altamente cualificados en las modernas tecnologías y capaces de desentrañar los cerebros del enemigo. Mucho más eficaz que hace unas décadas. Y menos mortífero. En algo hemos salido ganando.