La mala letra de los médicos
n uestra vida está llena de cosas imprescindibles que con el tiempo dejan de serlo hasta el punto de desaparecer, sin que la vida sin ellas se altere lo más mínimo. Me refiero a esas cosas que en determinados momentos forman parte de nuestro día a día y de pronto se convierten en referencias del pasado, en objetos inservibles, sin otro uso que el sepan darle los coleccionistas nostálgicos. Ejemplos hay muchos y seguro seguirán sumándose otros. Uno de los últimos han sido las recetas médicas en papel, que tienen ya las horas contadas ante la expansión de la receta electrónica. Todo, hasta la salud, circula ya por redes que no vemos. Pero el caso de las recetas, que seguro es un avance, supone también de alguna manera poner fin a la escritura de los médicos, a esa letra ilegible que solo ellos y ellas saben descifrar. Esa escritura de los expedientes médicos que callan lo que escriben cuando el paciente es incapaz de entender el informe que le entregan. Letra de médico que desde hace unos años ya, con el uso del ordenador en las consultas, ha ido pasando al olvido. Hay muchas teorías, seguramente no con demasiado fundamento, acerca de por qué la letra de los médicos no se entiende. Hay quien dice que es como un código que sólo los médicos o farmacéuticos pueden descifrar. Más creíble es que los profesionales de la medicina se pasan tantos años cogiendo apuntes en la facultad que el exceso de práctica y la velocidad a la que tienen que escribir provoca una degeneración progresiva de su caligrafía con un lenguaje además cargado de términos especializados que deriva en una jerga propia. Además, un médico receta normalmente los mismos medicamentos una y otra vez a distintos pacientes, lo que supone escribir lo mismo cientos de veces en una semana. Otros dicen que la mala letra es voluntaria, porque en realidad es una manera de encriptar la información entre profesionales para no alarmar a los pacientes y protegerlos. Y es que lo peor de la mala letra de los médicos no es que no se les entienda, lo peor suelen ser las letras que conforman las palabras de las malas noticias que casi siempre esconde esa caligrafía imposible y que ahora, con la informática, se nos presentarán de manera clara y rotunda, sin excusas para entender y sin dejar espacio para la duda.