Rosalía se hace la tonta
Guapa, inteligente, fiel, trabajadora y nunca crea problemas. Así definía en 1983 el entonces líder de AP (el partido predecesor del PP) Jorge Verstrynge a Rosalía Iglesias, una de sus secretarias. Enseguida se integró en el equipo de Luis Bárcenas, el encargado de las finanzas y los trapos sucios del partido. Amén de la “contabilidad extracontable”. Se enamoró de él (entonces casado) y logró convertirse en su segunda esposa. Su posición en la sede de la calle Génova subía como la espuma. Al tiempo que él se dedicaba limpiar la caja B del PP y a amasar una fortuna en Suiza a base de mordidas a las mordidas de los corruptos, ella se dedicaba a pasear su estilizada elegancia envuelta en pieles y bolsos de miles de euros. Aquellos polvos generaron los lodos del caso Gürtel y la zagala de Astorga se sentó ayer en el banquillo de los acusados para rendir cuentas de sus ídem en Suiza con decenas de millones de saldo y más que dudosa procedencia. Y por los que el fiscal le pide 24 años de cárcel como supuesta autora y cooperadora en los delitos de su marido. Rosalía desempolvó la cada vez más esgrimida teoría de la mujer florero para intentar librarse del mako y en el más puro estilo cristinesco. Después de 33 años juntos el matrimonio se convirtió en un acto de fe absoluta donde no se hablaba de trabajo, ni de dónde salían las cuentas corrientes con saldos de ocho dígitos, ni de cuántos-papeles-me-haces-firmar-Luis. Durante los frecuentes viajes a Suiza tampoco hablaban de sus tejemanejes en esos bancos de renombre a cuyas plantas nobles accedían desde el garaje como clientes VIP. La desfachatez de Rosalía no tiene parangón. Se quiso hacer la tonta siguiendo el camino que le marcó su marido la semana pasada (“a mi mujer no le interesa nada esto, sólo se dedica a llevar la casa”) y ayer declaró ante el tribunal que no es tonta y se entera de todo lo que pasa en su casa, pero fuera de ella se pierde un poco. Quizá fuera la única verdad que dijo. La de que no era tonta. Porque para amasar esa ilegal fortuna hace falta ser espabilada y contar con cierta connivencia de su partido. Pero se ha pasado de lista y lo puede pagar con una ejemplar pena de prisión.