en efecto, las redes sociales se tornan con cierta frecuencia en un vomitorio cuando su dichoso alumbramiento y fecundo desarrollo auguraban una benéfica extensión de la libertad de expresión al ensanchar sus cauces. De tal infortunio que en el vasto Internet proliferan mequetrefes parapetados en el anonimato que escupen insultos y vejaciones por doquier, en algunos casos perpetrando discursos de odio expreso y legitimadores de la violencia hasta adentrarse en el ámbito de la amenaza. Pues bien, individualícense esas conductas nauseabundas en defensa de quienes se sientan víctimas de semejantes botarates -más allá del severo reproche cívico que merecen de esa mayoría cabal que transita por la redes-, pero sin que la Justicia se dedique a despachar certificados de terrorista banalizando esa vil actividad para callar bocas por el hecho fétido aunque no delictivo de que exhalen mal gusto a espuertas. Dado que ni la insensibilidad se puede equiparar al crimen, ni se debe considerar un alineamiento con el terrorismo un modo de hablar y de escribir descontextualizado de quien carece de vínculo con una organización armada, por mucho que confunda la gracia con la zafiedad. Porque claro que la intencionalidad es un elemento consustancial de la libertad de expresión en sentido estrictamente contrario al aplicado por el Tribunal Supremo, que con su criterio expansivo a la hora de objetivar humillaciones -incluso al margen de la subjetividad de los presuntamente ofendidos- mancilla el garantismo inherente a un Estado de Derecho nada menos que en su condición de órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes. Precisamente para limitar las posibilidades de interpretación abusiva -y coercitiva hasta el absurdo- del ordenamiento jurídico vigente, procedería imperativamente una reforma legislativa en un marco ya endurecido por la denominada ley mordaza que restringe el ejercicio del derecho de reunión. Habrá que recordar, también a demasiado togado de postín, que una democracia resulta tanto más sólida y respetable cuanto más inclusiva se muestra con el discrepante e incluso el disidente.