Lo del quinto contenedor está bien. Y cuanto más reciclemos mejor. Reciclar es importante en muchos ámbitos de la vida, dar una utilidad nueva a aquello que en un momento dado ya no sirve para lo que servía. Vale lo mismo para cosas que personas. Seguro que no es función ya de la Mancomunidad, pero viendo la realidad que nos rodea y el comportamiento de muchas personas quizá deberían poner un sexto contenedor. Uno más. El color marrón hubiera estado bien pero ya está cogido, así que tampoco le iría mal el negro. Un contenedor ficticio en el que tirar aquello que realmente tiene difícil recuperación. En este caso sería para lo que no queremos volver a usar, a tener cerca. Todo lo que es mejor enterrar para siempre. Como si fuera una permanente hoguera de San Juan a la que vamos echando aquello que queremos olvidar. Un contenedor para echar la corrupción, extensible eso si a todo el Estado; un recipiente para desprendernos de toda esa avaricia, de la falta escrúpulos, del dinero ilícito, de la envidia, el rencor... Un lugar donde meter las bolsas de insultos, descalificaciones y mentiras en las que se ha convertido en gran parte del debate político... Un contenedor en el que caerían los ataques xenófobos, homófobos y todos esos residuos de la maldad humana que acaban en esa terminación griega que en el fondo esconde miedo y falta de respeto a lo diferente... Pero no hay que pensar sólo en grandes estamentos políticos o conspiraciones mundiales. Tampoco estaría mal que cada cual tuviéramos ese pequeño cubo de basura cerca para verter esos pensamientos, ideas, sentimientos y tentaciones que también se dan a escala particular y que tanto liberan cuando los arrojas para siempre. Todos y todas podemos tener un pequeño vertedero interno de minúsculas o grandes miserias que convendría revisar de vez en cuando. Porque casi siempre hay tiempo para una segunda oportunidad, para el reciclaje personal. Y en eso habría que volcar las energías. En clasificar lo que existe, lo que tenemos, para examinarlo y tratar de convertir lo malo en bueno, l0 que parece un desperdicio en compost de futuro. El mundo ya está suficientemente contaminado de insolidaridad como para seguir echando ese tipo de basura. Que cada cual en su casa, en su portal, en su calle, en su ciudad, en su pueblo, (lo imagine o lo sienta como quiera, que para gustos se hicieron los colores también de los contenedores) trate de aportar su pequeño grano de arena reciclando hacia un mundo sostenible y justo, con personas a la altura.