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El triunfo de la épica

la pugna cainita por el control del PSOE y el rotundo y brillante resurgir de Pedro Sánchez como ave fénix de las cenizas del partido del puño y la rosa han dejado por el camino varios perdedores e impredecibles consecuencias en el nuevo escenario político. El castañazo de Susana Díaz ha sido de tal calibre que ha conseguido el ridículo honor de no alcanzar en votos ni siquiera el número de avales conseguidos un par de semanas antes. Y su descrédito en comunidades históricas con personalidad propia alcanza límites insospechados. Su rabieta de la noche electoral (para la que sólo había preparado el discurso de ganadora) fue tan pueril y resentida que ni siquiera citó el nombre del ganador durante su forzada comparecencia ante la prensa. Su bagaje de ganadora frente al PP queda desacreditado ante la imposibilidad de controlar su propio partido. Su estrategia y su posición conservadora han acabado por hundirla en una deshonrosa derrota. Pese al cerrado apoyo de los dinosaurios del PSOE y las élites territoriales más reacias al cambio, otros de los grandes derrotados por el empuje de Pedro Sánchez y las ansias de la militancia de reconstruir un partido genuinamente de izquierda. Los grandes medios de comunicación (algún editorial de ayer comparando a Sánchez con Trump era particularmente vergonzoso) también han fracasado en su indisimulada apuesta contra el nuevo líder. Rajoy también ha salido derrotado, porque ahora tendrá enfrente un PSOE menos sumiso y más combativo contra la corrupción del PP, y cumplir la sempiterna amenaza del adelanto electoral sería contraproducente y estratégicamente se le volvería en su contra. También queda tocada la estrategia de Podemos, que con Susana al frente del socialismo hubiera tenido vía libre para abanderar la oposición y fagocitar al PSOE, y que ahora, con un timonel en el PSOE más firme hacia la izquierda (y al que, por cierto, hace 15 meses le negó el apoyo para desalojar a Rajoy de La Moncloa) tiene casi imposible el sorpasso. Por eso la esperanzadora y contundente victoria de Pedro Sánchez tiene más mérito. Y mucha, mucha épica.