al pozo el gozo por una eventual restauración inmediata de una presidencia española impoluta o al menos pulcra. Sánchez ya es un líder del PSOE sin servidumbres y con una impronta izquierdista reforzada, pero no se ha caído del caballo porque aún cree, con la fe del moribundo pese a su resurrección política, que puede empastar a Podemos y Ciudadanos para su asalto a la Moncloa. Nunca sucederá. Tras aquella fatídica teatralización de candidatos a ministro y la reciente moción de censura rentable estratégicamente pero inocua para desalojar a Rajoy, Podemos admite al fin su subsidiariedad mientras esté por detrás del PSOE, si bien no puede aceptar bajo ningún concepto los postulados liberales y centralistas de Ciudadanos. Ese partido bisagra para la actualización del sistema gestado en la Transición y refractario de raíz a compartir acción gubernamental con la izquierda radicalmente regeneracionista, más cuando todas sus expectativas se basan en seducir al votante conservador saturado del trinque al por mayor. Así que la alternativa se halla exactamente en el kilómetro cero, con el renovado PSOE centrado en el desmontaje de las leyes de la derecha hasta donde se pueda -ya que la suma de Ciudadanos excluye derogar las duras reformas económicas-, en un bienio que como actor extraparlamentario Sánchez pretende aprovechar para erigirse en el antagonista auténtico y pragmático del PP. En la doble confianza de vigorizarse en las urnas y de que la aritmética le sea propicia sin sorpasso de Podemos y sin que, llegado el caso, su hipotética presidencia dependa del soberanismo catalán. Pues la semántica integradora que envuelve la asunción declarativa de la plurinacionalidad expira en cuanto hay que dejar votar y ningún PSOE secundará jamás el autodeterminismo catalán a riesgo de que salten todas sus costuras. Luego, al fondo, ahí sigue Rajoy, con los Presupuestos aprobados y la potestad de disolver las Cortes. Y así piensa continuar, impasible el ademán incluso en la testifical por la corrupción de su sigla -que salvará con las vaguedades habituales-, excepto que la gobernabilidad se le complique y anticipe los comicios para presentarse ante el electorado como la víctima de los enemigos de España. La España expoliada, ciertamente.