Sophia, una suerte de robot
el futuro está más cerca de lo que pensamos. Creíamos que nunca llegaría pero son muchas las señales de que ya vivimos en él. Esta semana hemos visto a la humanoide Sophia, estrella de la gala científica SciencEkaitza, un robot capaz de interactuar con las personas. Algunos lo habrán visto como una pesadilla, androides para volvernos más locos, la escalera de una revolución tecnológica que nos esclaviza tal y como ha ocurrido en parte con los móviles. Yo quiero ser positiva y me quedo con las oportunidades más que con los riesgos. Robots para vivir más tiempo y, por qué no, mejor. Para ayudar a las personas. Una tecnología que no busque solo la eficiencia sino que conecte con valores humanos. Habrá grandes robots para hacer coches y otros minis (microchips) capaces de conseguir que los cuerpos generen los medicamentos que necesitan, como quedó patente en la gala. Una alternativa que ya existe a través de la biología molecular, por cierto el futuro de la investigación oncológica.
Cuidar a personas dependientes por ejemplo exige mucha atención, muchísimos cuidados. Por supuesto, también mucho cariño, mucho entendimiento y paciencia. Habilidades que sólo las personas podemos ofrecer a nuestros seres queridos. Ahora bien, por mucho que lo hagamos, por mucha ayuda que contratemos de profesionales, en muchas ocasiones resulta imposible estar pendiente las 24 horas. ¿Por qué no vamos a poder contar con un robot que pueda acostar a una persona que pesa 95 kilos, que le pueda ayudar a caminar si tiene dificultades, que le corrija la escritura y repase los problemas de cálculo, que nos avise si tiene un sueño agitado o que esté programado para estimularle en su deterioro cognitivo proporcionándole la información que le interesa? ¿Y acompañar a personas que viven solas y limpiar los cristales? Yo compro. En Amazon si hace falta.
No cambio de tema cuando digo que esta semana unos amigos compraron unos champiñones en un intermaché de Donibane Garazi y el tendero les entregó el producto en una bolsa compostable y biodegradable. Bolsas de tela, de papel o de plástico fino hechas a base de almidón o con fécula de patata (tenemos toda la montaña para plantar tubérculos si nos ponemos). La nueva Ley Foral de Residuos pone coto al plástico. Y tenemos que saber convivir con las dos facetas del desarrollo, uno tecnológico que nos tiene que ayudar a vivir mejor, y otro en el que seamos capaz de desacelerar el desarrollo y el ritmo de consumo frenético para respetar el medioambiente. Tomar el café en una taza de loza o ir a la compra con una bolsa de tela supone generar menos basura contaminante.