Aún no se ha hecho la luz después del apagón, me refiero a la luz de la información sobre lo que lo causó. La electricidad sí ha vuelto, pero también los cortocircuitos informativos, los chispazos manipuladores, las corrientes de opinión o de tensión. Nada nuevo. Y a la vez sí.

Porque tras lo de la pandemia nos está tocando vivir momentos y situaciones que parecen de película de ciencia ficción. No tanto por lo que pasa (en muchos pueblos del Pirineo y sobre todo en otras generaciones están más que acostumbrados a eso de que “se fuera la luz” por una tormenta o por fallos en el tendido) sino por sus enormes repercusiones en la vida cotidiana, en la que dependemos de la electricidad mucho más de lo que pensábamos. El otro día leí que muchas personas de Madrid, y podría haber sido cualquier otra gran ciudad, deambulaban desorientadas en busca de su destino porque eran incapaces de interpretar un plano de la ciudad para orientarse. Google Maps había desaparecido y estaban perdidos. Esto también es generacional, pero da que pensar.

Pero lo que quizá si necesitemos todos y todas es un buen mapa para interpretar y orientarnos en todo este jeroglífico de la energía. Cómo se produce, cómo se distribuye, quién la genera, quién la cobra… Y, en espera de esa visión más pedagógica, y también de la información real sobre las causas del apagón, se me ocurren algunas reflexiones. La primera es que parece evidente que algo tan estratégico como la producción de la energía, sea cual sea su origen, no puede estar en manos del ámbito de las empresas y multinacionales privadas.

Hay países en las que la presencia del Estado es mucho mayor que aquí en compañías claves. Por otro lado, a nivel ya más territorial, es importante combinar un alto grado de soberanía energética con una buena interconexión con otras partes del mundo y Europa, que puede ayudar a restablecer caídas. La energía en todas sus variantes es algo estratégico y muy vulnerable a causas naturales o artificiales. Y en medio ha surgido un debate importante que tiene que ver con la energía nuclear, la térmica, la eólica, la solar… Ese debate entre energías verdes o tradicionales. La transición ecológica. Y ese tema se debe abordar con argumentos y datos.

Es evidente que más allá de los compromisos por las renovables como energías limpias y sostenibles, desde una visión meramente práctica y técnica, es obvio que tanto la península ibérica (tierra de viento y sol, no de minas ni pozos petrolíferos) como este rincón navarro puntero en este campo, debe de mantener su apuesta por las renovables, tanto por la independencia energética como por el tejido de empleo que generan. Lo explicaba el consejero Irujo y también muchas otras voces estatales y europeas. Pero hay que contarlo bien y sostenerlo todavía mejor. Y para eso es preciso luz y taquígrafos sobre lo que ha pasado. Y prensa de calidad con información rigurosa. Ah, y no olvidar el “Nuklearrik? ez, eskerrik asko” que nos marcó a toda una generación.