Andrés Harthman ha hecho del relato visual su forma de estar en el mundo. Con sensibilidad pausada y una estética que emociona sin artificios, lleva años contando historias en las que Duna –una shar pei de mirada sabia y cuatro años de lealtad incondicional– es la protagonista silenciosa de sus pasos. En abril, decidió apartar por un tiempo las pantallas para entregarse por completo a una de esas historias que no se graban, sino que se viven: el Camino de Santiago. Lo que nació como una promesa íntima se transformó en un viaje de transformación y ternura, un testimonio compartido que ahora toma forma en su primer libro, El camino, mi perro y yo –en preventa desde el 25 de julio por 15 euros, de la mano de la editorial Dashbooks–, pensado para todos aquellos que sueñan con recorrer la ruta jacobea acompañados de sus animales y de su propia historia.
¿Qué le animó a querer andar durante más de un mes, con una mochila a cuestas y con Duna?
–Duna y yo realizamos muchas rutas y visitamos diferentes lugares para que la gente conozca. Hace tres años, fuimos a la Playa de las Catedrales, en Galicia, y pensé que podríamos acercarnos hasta la catedral de Santiago de Compostela. Y nos llamó mucho la atención porque siempre creí que no encajaría con las motivaciones que te llevan a hacer esa peregrinación. Sin embargo, al ver la emoción de los caminantes que llegaban, cómo se abrazaban entre desconocidos, las lágrimas, etc. Te impacta de la misma manera que cuando ves la plaza del Ayuntamiento el día del Chupinazo. Así que me prometí a mí mismo y a Duna hacerlo y, como tuve durante un mes y pico vacaciones, lo hice con el perro.
¿No tuvo que ser fácil que le acompañara su mascota a la hora de conseguir alojamiento...?
–Fue complicado, pero mi idea siempre ha sido –es lo que hago en mis redes sociales– promover sitios pet-friendly porque los perros son los nuevos hijos, así que yo quiero dar a conocer espacios donde los animales tengan cabida. Por eso, fui con Duna, que lleva muchos entrenamientos detrás porque vamos mucho al monte y la veía preparada para hacerlo. Fue muy duro, pero lo conseguimos. Por eso, surgió la idea del libro. Quiero ayudar a la gente que se anime a hacer el Camino de Santiago con sus mascotas a que conozcan mi experiencia y tengan referencias de los establecimientos y albergues en los que se permiten animales. En ocasiones, tuvimos que alargar etapas e irnos al pueblo siguiente porque no hay albergues pet-friendly. Por eso, nuestro propósito es ayudar a otras personas que se animen a este viaje.
¿Cómo fue pasar de hacer vídeos a tener que escribir un libro en menos de dos meses?
–A mí me gusta decir que soy un creador de contenido lento; tardo alrededor de tres horas para editar un vídeo porque soy muy perfeccionista y quiero que todos los detalles sean perfectos. Eso hace que suba menos vídeos, pero de más calidad. De hecho, muchos vídeos los subí a redes sociales hasta diez días después de hacer llegado a Santiago. El Camino lo terminamos en abril y, como nuestro boom fue durante el Camino, la editorial Dashbooks contactó conmigo y me comentaron que estaban interesados con la historia que habíamos contado en los vídeos, así que quise tener la preventa cerrada para el 25 de julio porque es una fecha muy simbólica para esta peregrinación. En cualquier caso, como en agosto vuelvo a tener vacaciones, queremos volver a hacer el Camino en coche y parar en los sitios donde la gente nos tocó el corazón para darles una sorpresa y terminar de documentar el libro con imágenes de los hospitalarios, de los albergues...
¿Habría hecho el Camino de Santiago de no ser por Duna o es una parte esencial de su viaje?
–Hace un tiempo pasé por una depresión y Duna me sacó de ahí, así que para mí es muy importante. Es un perro de apoyo emocional y me ha ayudado mucho durante el Camino, pero también en el resto de los ámbitos de mi vida. De hecho, todo lo que soy tiene que ser con ella. A lo mejor soy muy pesado, pero yo quiero darle todo el cariño que ella me ha dado. Al hacer esta peregrinación solo, también he llorado mucho y si Duna me veía mal se acercaba y me abrazaba –se emociona–. Era como que solo estábamos ella y yo. Y nos apoyábamos.
¿Podría contar con más detalle cómo fue que Duna llegó a su vida?
–Siempre he tenido perros y cuando estaba tan mal, decidí buscar a una perra de apoyo emocional. La busqué por internet y vi que en Puerto de Sagunto –casualmente, de ahí eran mis compañeros de piso cuando viví una temporada en Londres– vendían una shar pei, así que llamé, me dijeron que solo les quedaba una y fue amor a primera vista. Sé que se puede criticar por haber comprado en lugar de adoptar, pero necesitaba un animal de soporte emocional y yo no la iba a abandonar y que la iba a cuidar. De hecho, creo que es el animal más bueno e inteligente del mundo. La gente se sorprende con las cosas que hace y con el vínculo que tenemos.
También se dice que los perros se parecen a sus dueños...
–En este caso ocurre –se ríe–. Cuando ha venido el fotógrafo, no se ha dejado acariciar porque es tan desconfiada como yo. Y también es un poco vergonzosa. Necesita su tiempo para adaptarse, pero en cuanto te coja algo de cariño, se lanza sobre ti y te quiere. Te la tienes que ganar; un poco como pasa conmigo.
Volviendo a la travesía, ¿cómo fue la llegada a Santiago?
–No me lo creía. Confiaba en nosotros, pero hasta que no pasa... Para mí fue como cuando terminas de estudiar lo que te gusta y empiezas a trabajar de lo tuyo; es como conseguir algo que llevas toda la vida esperando. Como lograr un sueño o una meta. Es difícil porque se sufre mucho, pero es muy reconfortante. A Duna le ponía crema en las patitas todas las noches para que no se le irritaran. Es como mi hija, la cuido y la fuerzo todo lo que puedo.
¿Recibió críticas?
–Sí, me llegaron a decir que era un maltratador de animales porque le forzaba a llevar una mochila con sus chuches y su crema protectora. Pero sé que quienes me criticaban son los que no sacan a su perro durante más de cinco minutos. Al principio, me dolía mucho recibir esos discursos de odio, pero me da igual porque yo sé lo mucho que quiero a mi perra y lo mucho que respeto los diferentes espacios por los que transito. Porque mis valores se basan en dejar los sitios mejor de cómo me los encuentro. Si recibo insultos, los borro, pero la gran mayoría los dejo. Y, en el caso de que sean constructivos, les respondo para mejorar y crecer. Con todo, la mayoría de los comentarios eran muy bonitos. Me animaban, me decían que mis vídeos eran su “serie favorita”. Y es bonito, porque veo que la gente se emociona y disfruta con Duna, que es la verdadera protagonista de lo que hago.
¿Cuál es uno de los mayores secretos que alberga el Camino?
–Todos los que viven esta experiencia tratan de devolverle lo que les ha regalado el Camino. Como nosotros con el libro. Y todo el mundo tiene su historia. Por ejemplo, conocimos a una italiana que no terminó la peregrinación porque se enamoró de Samos y se quedó ahí, montó Terra de Luz y después lo terminó. Sintió que se tenía que quedar allí. Es muy emocionante porque todo el mundo tiene su historia y te ganan el corazón. Es gente que te marca de por vida porque encuentras algo en ellos que te llena. Parece que el destino quiere que te encuentres con ellos. Como dijo una hospitalera a la que conocí: “el Camino proveerá”.