El calendario dicta el 21 de diciembre como inicio del invierno, pero para Mikel Álvarez empieza mucho antes, a final de septiembre. Es entonces, sobre las fechas de San Fermín txikito, cuando enciende el asador de castañas de su más que emblemático puesto de la calle San Nicolás, en el que lleva 46 años ininterrumpidos.
Y para conmemorarlo, ha preparado una exposición fotográfica bajo el nombre El sabor que calienta el alma, que retrata no solo su trayectoria y la evolución de su puesto, sino también la vida de este rincón. Igualmente se exhibirán instantáneas personales del castañero. Estas estarán visibles en las rejas exteriores de la Iglesia San Nicolás el 20 y 21 de este mes.
Vizcaíno de nacimiento pero navarro en acogida, trabajó durante muchos años en la construcción a su llegada a Pamplona. Tras unas huelgas terribles y falta de trabajo en el sector, se dio cuenta de que tenía que darle un giro a su manera de ganarse la vida. Es entonces cuando empezó a recorrerse las ferias vendiendo productos como miel y sidra, aun así habría que esperar un tiempo hasta que Mikel conociera el oficio de las castañas.
“Le tengo que agradecer a Miguel Martínez”, cuenta, sobre el conocidísimo castañero de la calle Comedias que asaba en una locomotora de tren y falleció hace unos pocos meses. Gracias a él conoció este mundo. “Ese hombre estuvo siete años solo como castañero, es el que mantuvo la tradición. Si no hubiera sido por él yo no hubiera empezado, porque no lo había visto”. Martínez fue un referente para futuros castañeros, pero Mikel Álvarez también lo ha sido. “Hubo gente joven que empezó a verme a mí y de ahí surgieron otros castañeros”, admite.
No solo se encarga él solo de abrir el quiosco todas las tardes, sino que desde hace 12 años también se recorre media península para coger el producto. “Me voy a Orense, a Lugo... conozco a muchísima gente. Después de currar, salgo a las 12 y para las 7 de la mañana estoy viendo las castañas. Si acepto y cargo, llego aquí para no perder la tarde”.
"Después de currar, salgo a las 12 y para las 7 de la mañana ya estoy vendiendo castañas"
Más de cuatro décadas trabajando a pie de calle se traduce en que sea uno más entre el vecindario, y la gente le salude a su paso aunque no vayan a parar a comprar. Cuando un cliente habitual no le visita durante un tiempo se preocupa por él, y no duda en preguntar a algún familiar suyo, que por supuesto conoce. Mikel es una persona humilde y generosa, y no teme en regalar todas las castañas que haga falta a aquellas personas que no tienen dinero encima o le han ayudado en alguna labor, “pero aquí nadie se va sin castañas”, aunque a veces tenga que pelearse por que las acepten.
Para los más pequeños
Siempre ha intentado que el oficio del castañero se mantenga, y especialmente que lo conozcan las generaciones jóvenes. Por eso, el año pasado organizó un concurso para los más pequeños de la casa, en el que "al mejor dibujo presentado le regalaba un mes de castañas. Cada semana un paquetico”. Una de la media docena de castañas que les daba estaba cruda, porque “quiero enseñarles que también se pueden comer así”.
La acogida que tuvo la iniciativa y la ilusión que le hizo al castañero ha hecho que este año vuelva a repetirlo, pero esta vez sin ser un concurso. A todo aquel menor de 14 años que se acerque hasta la caseta entre el 19 de diciembre y 8 de enero a mostrar su arte (un poema, dibujo, canción, tocar un instrumento...), Mikel le regalará media docena de castañas.
Repaso fotográfico
Como el mismo admite “soy muy movido”, por eso este no es el único proyecto que ha lanzado este año. Paralelamente está trabajando en la exposición fotográfica. Las instantáneas elegidas son el desenlace de una retrospectiva visual sobre su evolución en el puesto. Con esta acción también ha querido rendir homenaje a la iglesia, que ha sido testigo de su trabajo durante casi media década, y “están encantados”.
Siete fotos las ha sacado recientemente, pero el resto son antiguas, con temáticas muy variadas: familiares, en la cima del Everest (tiene el título de ser el primer vizcaíno en llegar), de los dibujos que le hicieron los niños en el concurso del año pasado, con amigos ya fallecidos y por supuesto, relacionadas con la castaña y su oficio.