La tapia de Maristas era como la muralla china, pero en pequeño, y que servía de forma más o menos acertada a su función única de contener a las fieras. Habría que ponerse de acuerdo acerca de hacia dónde debía fluir la protección, pero durante mucho tiempo lo que pasaba de verdad de un lado al otro del muro eran los gritos de los chavales –chavales, sólo chavales– hacia la avenida de Galicia, y alguna prenda lanzada como parte de alguna maldita broma, balones perdidos, bolsas de nieve.

La tapia de Maristas tenía su truco porque no había uniformidad en su altura y, de hecho, el desgaste de los años –las habilidades de generaciones asaltando el murete–, unido a la peculiaridad de la construcción con algún escalón favorable al impulso, permitía con ciencia y empeño, al principio, y naturalidad, con el tiempo y la práctica, asaltarla sin mucho apuro y superarla. Ni un trozo se conserva de esa tapia mancillada miles de veces, recuerdo de aquellos días felices y sin miedo por lo que había que escalar y por el salto hacia el otro lado.

Las obras de las VPO de Maristas arrancarán alrededor del 15 de mayo finalmente, tras aprobar la asamblea de cooperativistas por tan solo dos votos de diferencia (40 Sí, 38 No, 1 blanco y 4 abstenciones) el modelo de contrato mixto, 80% Llave en mano y al 20% medición abierta, explican con tino y tacto los compañeros de la sección de local tras la reunión del miércoles. Precisión de cirujano para diagnosticar la herida.

“Hace 2 años pregunté a la gestora: ‘¿No habrá subidas?’ Un 3% a lo sumo, dijeron”, nos contaron hace unos días mirando de frente el drama, la angustia, los apuros, que los hay. “No puedo pagar el sobrecoste, somos gente humilde”. “Como veníamos del censo del Gobierno pensábamos que estaba todo súpercontrolado”...

La tapia, la muralla. La tortura china de Maristas.