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La estrategia del optimismo

Susana Díaz ha sido todo lo previsible que podía y ha decidido adelantar las elecciones andaluzas unos cuatro meses para desmarcarse del calendario electoral español esquivando una posible coincidencia con las generales si su archienemigo Pedro Sánchez decidía adelantar elecciones generales. Así pues, el 2 de diciembre se inicia una intensa carrera electoral que tendrá su continuidad con las locales, autonómicas y europeas de finales de mayo. La maniobra de su exrival por el control del PSOE servirá al presidente para intentar reforzar las expectativas para los comicios de primavera si Díaz revalida éxito en el histórico fortín y granero de votos socialista y ante un PP muy tocado. Pero la corrupción (la sentencia sobre el caso de los ERE está a punto de hacerse pública y el escándalo del pago en puticlubs con tarjetas de la Junta está en su apogeo) pueden convertir la cita electoral en el Waterloo del socialismo andaluz. La maniobra de los socialistas andaluces tiene además una lectura en clave española, ya que descarta casi de plano que Sánchez acorte la legislatura pese a los muchos problemas que afronta para concluirla con garantías. Sánchez se agarrará al poder sabedor de que cuanto más tiempo pase en Moncloa aumentan exponencialmente sus posibilidades de un buen resultado electoral. Pero también le pueden pasar factura el conflicto catalán, la falta de apoyos entre sus aliados para sacar adelante los presupuestos, las presiones de Bruselas para que se mantenga por la senda del déficit marcado, los escándalos en los que se ha visto inmersos varios de sus ministros e incluso la polémica tesis doctoral del propio presidente. Porque ser jefe de Gobierno con 84 escaños tiene su mérito y se ha convertido en una coraza que refuerza su proverbial optimismo y que piensa explotar al máximo. Además, claro, del control institucional y del BOE. Y si logra sacar adelante las cuentas del Estado con una gran dosis de gasto social tendrá muchas posibilidades de asentarse en Moncloa.