casi un año de reclamaciones y apertura de diferentes procedimientos judiciales ha necesitado el portavoz de Kontuz!, Patxi Zamora, para conocer las razones por las que se le retiró la tarjeta aeroportuaria, que es imprescindible para el desempeño de su trabajo, y que le abocó a su despido. Como ya partíamos de la elevada probabilidad de que solo una decisión arbitraria e injusta se escondía detrás de esta vendetta, ni siquiera nos ha extrañado la debilidad del argumento sobre el que se apoya tan magno atropello. Suscribe un alto mando de la Guardia Civil que Zamora es una “persona no apta por estar próxima a entornos potencialmente peligrosos para la seguridad aérea”. ¡Ja! Quieren que nos traguemos que quien ha ejercido durante 31 años como tripulante de vuelo para Iberia con un expediente laboral inmaculado resulta que ahora, por arte de birlibirloque, ha mutado de la noche a la mañana en una amenaza para la seguridad de la aviación civil. No nos lo creemos ni se lo creen los 94.000 ciudadanos que en diciembre de 2015 votaron su candidatura al Senado que impulsaban Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra. Tampoco se lo creen los más de 7.000 que adquirieron el libro El banquete. Expolio y desaparición de Caja Navarra, del que es uno de los autores. Ni los cientos que han participado en la campaña de crowdfunding que permitió recaudar los 20.000 euros con los que hacer frente a los costes que conlleva abrir sendas demandas laboral, civil y ante el contencioso administrativo contra su injusto despido. Al contrario. Pensamos que todo esto está relacionado con su denuncia pública de la penosa gestión en la que fue la primera entidad financiera de navarra, que acumuló una pérdida patrimonial de mil millones en apenas cinco años antes de pasar a ser un recuerdo de la sociedad navarra. Y esto sí que nos parece peligroso, que en un Estado de Derecho se le trate de cortar las alas a alguien sólo por el hecho de expresarse en libertad.
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