Una brújula para Casado
se siente español “de los pies a la cabeza”. Apela al “orgullo” y a la “valentía” para preservar la patria. Recela de las nacionalidades reconocidas semánticamente en la Constitución por “comprometer la unidad de España”, cuya bandera quiere ver “en todos los balcones”. Es Pablo Casado, pero tirando de fonoteca pareciera por momentos el mismísimo Blas Piñar. Y no resulta la única concomitancia, pues la mitad de los dieciséis diputados de Alianza Popular -la sigla precursora del PP- no apoyó el articulado constitucional para el que la franquista Fuerza Nueva pidió el voto en contra. Reminiscencias históricas aparte, Casado se erige hoy en el heredero directo del pétreo Aznar -como si el melifluo Rajoy no hubiera regido los destinos del PP catorce años- y por tanto en albacea de aquellos gobiernos mendaces de la guerra de Irak bajo pretexto de armas de destrucción masiva inexistentes, del accidente del Yak-42 con mantenimiento deficitario de la aeronave e identificación falsa de los cadáveres, de los hilillos del Prestige que enfangaron toda la costa gallega o de los atentados del 11-M atribuidos a ETA aun con la certeza del sello yihadista. Por lo demás, un partido de gobierno sustentado, según sentencia de la Audiencia Nacional, en un “auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local”. Una financiación ilegal cuyas investigaciones policiales se intentaron torpedear, incluyendo el destrozo de pruebas a martillazos, en una obstrucción a la Justicia de catón diseñada desde el propio despacho de la número dos del PP con un palanganero del Estado. En resumidas cuentas, que Casado presenta como bagaje para ocupar el espacio a la diestra del PSOE la adición de la radicalidad ideológica, la mentira como recurso de gobernanza y la putrefacción orgánica e institucional. O el centro ya no es lo que fue, nicho de políticos juiciosos y de electores pactistas desde la premisa de la honradez, o a Casado le hace falta una brújula. Con extrema urgencia.