el mejor ticket electoral a la izquierda para Madrid lo conformarían al unísono el rector Gabilondo y la magistrada Carmena como candidatos a presidir la Comunidad y a repetir en la Alcaldía, respectivamente. Personas ambas cultivadas, congruentes y respetuosas, como pude acreditar en algún contacto esporádico. Aunque la dupla resulta imposible, lamentablemente. En primera instancia para la ciudadanía aterrada ante la mera hipótesis de una derecha radicalizada campando a sus anchas en la autonomía y en la ciudad más poderosas del territorio patrio, pero también para los mismos PSOE y Podemos, que en su egocentrismo típicamente narcisista no asumen la realidad con la crudeza necesaria. En el caso del socialismo, la hecatombe en el ayuntamiento, de la que no le salvará ni la presentación de un Kennedy redivivo; en el de Podemos, el serio deterioro de las expectativas progresistas en la región capitalina por el cisma cainita entre Iglesias y Errejón, que por de pronto ha desgastado el crédito del segundo como aspirante por Más Madrid ante los vituperios de los teóricos correligionarios. Y eso a falta de comprobar si a esta plataforma se le opone una lista propia de Podemos que sin embargo no concurrirá al consistorio, lo que resquebrajaría la estructura territorial del partido. Con la infausta derivada de que tal agrietamiento agravaría la fatiga de materiales de la presidencia de Sánchez, al anteponer Podemos las urgencias orgánicas, y luego complicaría la permanencia de la izquierda en la Moncloa a eventual semejanza del naufragio andaluz. De ahí que el vodevil podemita constituya un maná para la derecha multiforme pero cohesionada en torno a la reconquista -literal- del poder. Ídem en Navarra, con el esperpento corregido y aumentado del grupo parlamentario en menoscabo del discurso fundacional de regeneración democrática y de gobernanza para las clases populares. Así que Podemos debe amortiguar allí y aquí sus pulsiones fratricidas en clave de conjugación verbal, para determinar si su denominación se actualiza a modo de pasado o de futuro. Pudimos o Podremos, esa es la cuestión.
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