Está el gallinero político un tanto alborotado. Como acelerado. Sin tiempo a la resaca del 28-A arranca la campaña para un 26-M igual de decisivo. Y los y las candidatas han salido en tromba con un aluvión de promesas, balances, tuits, cruces de siglas, encuestas, sumas, restas, alianzas, líneas rojas, vetos, estrategias, críticas... Se va a hacer larga la pugna hasta el domingo electoral... Y el escenario posterior no parece más tranquilo. Sin embargo, casi habría que pedir un poco de pausse, de tranquilidad, de sosiego... De política slow. Navarra da para lo que da. Lástima que ya se jubiló un fino sociólogo municipal que explicaba su teoría de los tres espacios sociológicos de la Comunidad Foral, unos espacios bastante estancos, por cierto. Y salvo que el factor joven y las redes sociales lo hayan alterado mucho, podría seguir vigente. Navarra, por esa razón, no es una autonomía proclive a grandes vuelcos políticos y electorales. Los cambios de mayorías y de gobiernos se producen, en primer lugar, según cómo se vehiculicen esas sensibilidades, es decir qué siglas aciertan a dar cauces y recoger esos votos que se traducen luego en representación institucional. En el segundo piso de este edificio de vasos comunicantes entre sociedad y política estaría la red de partidos: cómo se juntan esas siglas en coaliciones. Y finalmente, habría que añadir el tercer escalón, que en un panorama tan plural como el navarro también resulta clave: los pactos posteriores que marcan la delgada línea entre estar en el gobierno o en la oposición. Gustará más o menos y puede haber otras fórmulas igual de válidas, pero la gestación y desarrollo del cambio ha sido una muestra de una conexión eficaz y más equilibrada de la Navarra real y la Navarra oficial de la que existió durante décadas. Está por ver el resultado del nuevo reparto de cartas en las urnas, pero el sustrato social es el que es y aflora antes o después. Por tanto, se agradecería un poco de reposo y que cada estamento cumpla su función: la ciudadanía que vote; los políticos, que propongan y gobiernen; y los periodistas, que contemos lo que pasa más que intentar que pase lo que contemos. Yo tengo plena confianza en la gente, me he reconciliado con la clase política y creo en nuestra profesión. Ojalá haya un 26-M tan masivo como el 28-A. Ganará la democracia.