la reedición de la alianza cuatripartita que merced a sus 26 parlamentarios sostiene al Gabinete de Barkos -con la consistencia acreditada por los cuatro Presupuestos aprobados en la legislatura saliente- se antojaría más probable que posible si parte de los siete escaños de Podemos no estuviera en el aire. Pero la pugna cainita en su grupo parlamentario, que ha deteriorado la marca hasta límites insospechados hace solo cuatro años, dispara las especulaciones ante el pronóstico razonable de que no todos los votos que extraviará esa sigla recalarán en el resto de los estables socios del Ejecutivo, singularmente en el nicho natural de I-E. Así que la mayoría absoluta del cambio en 2015 queda tan comprometida como aumentan las expectativas de determinar la gobernabilidad de Navarra por el PSN, previsible beneficiario del tirón electoral que siempre le ha reportado un presidente en la Moncloa. De hecho, el socialismo ve alimentada tanto en Pamplona como en Madrid la esperanza de que puedan concitarse los ansiados 26 escaños junto con Geroa Bai y la izquierda no abertzale. En esas condiciones no habría lugar al titubeo desde la premisa de la incorporación presencial del PSN al Gobierno foral más allá de quién lo liderase -a semejanza de la CAV-, duda que sí cabría y agravada en el caso de necesitarse un pentapartito con EH Bildu en la ecuación. La eventual alternativa sería el respaldo a la presidencia del regionalista Esparza agregando esta vez sí a Ciudadanos, una hipótesis del agrado del sector más jacobino del PSOE al que Sánchez tendría la tentación de contentar con el argumento de que el PP no contaría en Navarra a efectos gubernamentales. Sin embargo -y contradictoriamente-, el PP podría constituir la clave para cortocircuitar el retorno de UPN a la Diputación en el supuesto de que los votos que recabe no alcancen el 3% que otorga representación parlamentaria. Una situación análoga a la de Ciudadanos en 2015 y perfectamente extrapolable a Vox si concurriera por primera vez en esta Comunidad el 26 de mayo. En suma, que la gobernanza de Navarra oscilará básicamente sobre tres ejes y por su orden. El trasvase de sufragio desde Podemos primero, la mejora posicional o no del PSN después y el fuste del voto basura como colofón.